dijous, 30 de desembre del 2010

¿Qué es el Reiki?

Desde hace ya algunos meses siento curiosidad por todos los temas espirituales sobre los que recibo información. ¿Quién me iba a decir, cuando empecé el curso de PNL, que iba a adentrarme en un mundo totalmente desconocido y encriptado para mí? La PNL, a parte de un impagable descubrimiento, ha sido la puerta que me ha llevado a picar de otros temas igualmente interesantes; temas que, en nombre de la ciencia, se denostan y desprecian a veces, como la astrología sin ir más lejos.

También la medicina alternativa y las terapias naturales sufren constantemente un descrédito científico que, en mi opinión, representa un cierre mental en el que la humanidad, si no toma conciencia de su poder y sus posibilidades, se quedará estancada. Entre estas prácticas milenarias se encuentra el Reiki, y de ella os voy a hablar hoy.

No soy una experta en la materia, pero entre mis planes a corto plazo está el entrenarme para avanzar en ella. Estoy en contacto con un centro que imparte cursos de formación en Reiki, y quizá empiece uno próximamente. Si finalmente lo hago, os contaré mis primeras impresiones de este método.

El Reiki trata de lograr la sanación o el equilibrio del paciente a través de la imposición de las manos del practicante, canalizando una energía universal.

Los siete chackras
El Reiki se basa en el axioma de que hay una energía universal que ciertas personas pueden transmitir a otras para curar o mejorar dolencias o enfermedades. Se basa en una creencia hindú según la cual un buen estado de salud viene determinado por el fluir armónico de la energía vital a través de los chackras, que son los principales centros energéticos de nuestro cuerpo. El bloqueo de la energía en uno de estos puntos empeora la salud de la persona.

El practicante de Reiki busca desbloquear el chackra obturado para que la energía circule libre y correctamente.


Los diferentes niveles del Reiki

Para aprender Reiki sólo se necesitan dos cosas: una, el deseo de hacerlo y una mente abierta para aprenderlo; dos, encontrar un profesor calificado listo para enseñar. (Frank Arjava Pette)
Si decides aprender Reiki, debe saber que escalarás diferentes grados hasta alcanzar la Maestría. Los primeros, Shoden y Chuden, nos sirven para sanar nuestro cuerpo físico y el nivel emocional y mental. El siguiente, Okuden, nos permite sanar el karma y las cuestiones espirituales. Finalmente, la Maestría o Shinpiden, que se compone asimismo de tres escalones, nos da la potestad de enseñar esta disciplina a otras personas.

Para quien necesite pruebas de que el Reiki no es una seudociencia o un método propio de curanderos: en algunos hospitales españoles se usa como terapia complementaria, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera una opción de apoyo para enfermos de SIDA. En los servicios públicos de sanidad de Reino Unido y Estados Unidos se informa sobre el Reiki a sus pacientes y se les ofrece.



Ya os contaré cuando lo pruebe... Un saludo!

dissabte, 25 de desembre del 2010

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento

Julio Cortázar escribía:  

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento.
Lea y analice la siguiente frase:
"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la
mujer andaría en
cuatro patas en su búsqueda"

Según el escritor, si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "mujer". Si usted es hombre, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "tiene".


Aunque la visión de Cortázar me parece un poco demasiado ligada al género, desde luego éste es un gran ejemplo de cómo la mente interpreta cada fragmento del mundo según le conviene.

¿Y vosotros, dónde habéis puesto la coma?

diumenge, 19 de desembre del 2010

El monje que vendió su ferrari



Admito que eran muchas mis reticencias a leer este libro. Por lo general, desconfío de los best-seller, traten la temática que traten. Mis ganas de leer una obra literaria menguan cuanto la prensa y la masa social más se encargan de ensalzarla y publicitarla. En fin, prejuicios que, quizá, debería perfilar, dado que en este caso me han fallado.

Encontré este pequeño librito en la mesa del comedor de casa de mi padre. Andamos en periodo de exámenes y de entrega de trabajos y, la verdad, cualquier distracción me sirve de excusa para no ponerme a la faena. Así que tomé el cuaderno entre mis manos, esperando que dos páginas fueran suficientes para convencerme de que era más productivo coger los apuntes de la carrera y memorizarlos con todos sus puntos y comas.

Si bien los primeros párrafos no me aportaron nada nuevo, algo me impulsó a seguir leyendo. La historia que este libro cuenta es la de Julián, un abogado exitoso que, sin embargo, está vacío interiormente. Un ataque cardíaco que casi acaba con su vida le hace desaparecer del mapa: John, uno de sus compañeros de trabajo y narrador en primera persona, le pierde la pista.

Pasan tres años y Julián reaparece para visitar a John. A partir de entonces, se abre un diálogo entre ambos personajes en el que Julián instruye a John sobre todo lo que ha aprendido durante esos años en los que ha convivido con los Sabios de Sivana, en la India.

A través de las siete virtudes para una vida rebosante de paz, Julián muestra a John el camino del desarrollo personal. John es la encarnación de aquellas personas que siguen el flujo de una vida lineal, superficial y material, y que no creen en la transformación del cambio personal porque sus creencias se lo impiden. Sin embargo, a través de unos sencillos consejos llenos de autenticidad y revelación, John acaba confiando en las palabras de su amigo y se entusiasma con la perspectiva de crecer en todas las áreas de su vida.

El monje que vendió su ferrari es un libro imprescindible para todo aquel que, como John, no se haya iniciado todavía en el autoconocimiento personal y el desarrollo de su yo. Sus 209 páginas condensan las principales ideas, tan sencillas como poderosas, que uno debe tener en cuenta para empezar el apasionante camino del crecimiento personal. Por si fuera poco, en el libro se explican algunas técnicas básicas para saborear, en poco tiempo, un poquito de ese dominio mental, espiritual y emocional del que la gran mayoría carecemos.

Las siete virtudes de las que habla Robin Sharma, el autor del libro, son, en esencia, las siguientes:

1. La dominación de la mente: la calidad de tu vida viene determinada por la calidad de tus pensamientos. Somos creadores y responsables de todo lo que ocurre en nuestra vida.
2. La persecución de los objetivos: el propósito de la vida es una vida con propósito. ¿Cómo sabemos si hemos llegado si no sabemos adónde vamos?
3. El poder de la reflexión: pensar acerca de nosotros mismos, conocernos, reflexionar cada día, atrevernos a cambiar de hábitos, practicar la flexibilidad.
4. La disciplina.
5. El respeto del tiempo propio: dejar de vivir de forma acelerada, disfrutar del momento. Debemos aprender a gestionar nuestro tiempo, a priorizar.
6. El servicio a los demás:  elevando la vida de los demás, la vida propia alcanza las más altas dimensiones.
7. La conciencia del momento presente: el secreto de la felicidad es vivir el presente, ser conscientes de que somos capaces de cultivar nuestro futuro.


Todos estamos aquí por una razón especial. Deja de ser un prisionero de tu pasado: conviértete en arquitecto de tu futuro. (Robin Sharma)

En resumen, una lectura imprescindible para quienes quieran adentrarse en el mundo del desarrollo personal (además de una oportunidad para reflexionar acerca de mis prejuicios...).

dimecres, 15 de desembre del 2010

Para que no tengamos que escribir nunca algo así

Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas ahora.

Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita, contemplaría más atardeceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Jorge Luis Borges

dilluns, 13 de desembre del 2010

Ser o no ser carne de cañón para las circunstancias

José Ortega y Gasset
Yo soy yo y mis circunstancias. (Ortega y Gasset)

Mmm... qué frase tan repetida y trillada. La oímos aquí y allá, una y otra vez. Muchos estaréis de acuerdo con ella. Yo hoy me he propuesto desmentirla.

Me he dado cuenta de algo: a los seres humanos nos encanta quejarnos. Todos conocemos a alguien que parece experto en sacar el lado negativo de cualquier circunstancia. De hecho, si lo pensamos bien, de cualquier circunstancia podemos extraer tanto una visión positiva como su antípoda negativa. En mi opinión, uno de los ingredientes de la felicidad es saber encontrar la parte positiva de todo lo que nos pasa. Incluso si nos equivocamos o si lo pasamos mal en algún momento, podemos aprovechar la incomodidad para aprender y no volver a tropezar con la misma piedra.

 El modo en que vemos el problema es el problema. (Stephen R. Covey)

Las circunstancias. ¿Qué son las circunstancias? Son todo aquello que pasa ahí, en ese enorme escenario que está fuera de nosotros. Son la lluvia que inunda los suelos en abril, la cara de pocos amigos del vecino y el autobús que acabas de perder. Las circunstancias las crean las personas y también la naturaleza. En algunas podemos influir, como cuando decidimos contarle un chiste a nuestro primo para que se anime porque le ha dejado la novia; en otras, como el tiempo atmosférico o el paso del tiempo, de momento no.

Lo que sí que podemos hacer bajo cualquier circunstancia (o mejor, sobre cualquier circunstancia, que nos da más poder) es decidir de cómo y cuánto queremos que nos afecten las circunstancias. Nosotros, seres a los que se nos ha dado una razón y un cerebro que tiene más función que la de llenar nuestro atontado cráneo, tenemos dos opciones:

  1. Ser la escultura de las circunstancias: deprimirte cuando alguien cercano a ti se deprime, ponerte de mal humor cuando llueve, enfadarte cuando alguien te hace una broma, etcétera.
  2. Ser escultor de tus reacciones ante las circunstancias: mantenerte en un estado positivo aunque tu novio esté deprimido (porque, además, una persona no puede ayudar a otra poniéndose a su mismo nivel: ha de hacerlo desde uno más elevado, desde un estado OK), alegrarte cuando llueve porque podrás pisar los charcos, o estrenar un paraguas, o cualquier razón que se te ocurra; salir desde tu sentido del humor cuando alguien bromea sobre ti o contigo, etcétera.

Si hay algo que me descoloca profundamente, son esas personas que van de un estado de euforia absoluta a otro de caos desesperado. Además, sé reconocerlas porque yo actué de ese modo durante muchos años. Personas a las que un comentario negativo sobre ellas (proveniente, a veces, de alguien a quien ni siquiera conocen) consigue influir en su estado anímico durante horas... hasta que una llamada telefónica de un amigo con quien hace tiempo que no hablaban les da el subidón del siglo y les coloca en un estado de intensa "felicidad". Y pongo felicidad entre comillas porque, definitivamente, no me creo el discurso de que son esos pequeños momentos los que dan la felicidad, blablabla. La felicidad es algo que sustenta nuestro "espíritu", una identidad constante y serena que no necesita de risas desenfrenadas ni frases que quedan como un broche a quien las pronuncia (qué feliz estoy, qué felicidad siento).

La felicidad no es un estado. Nadie puede estar feliz: se es feliz. Y cuando alguien es feliz le importa un pimiento que llueva, que truene o que venga un tsunami a llevarse su casa.

El error más común consiste en confundir placer y felicidad. El placer, dice un proverbio indio, "no es sino la sombra de la felicidad". (Matthieu Ricard)

Matthieu Ricard
Vale, voy a hacer una puntualización. Yo distingo entre, digamos, dos líneas de ánimo: una, la que hace de base y de soporte; la otra, la superficial, que varía dependiendo de las circunstancias (¡no de todas!, solamente de las más importantes. Es decir, no de nimiedades como que tengo hambre y no he comido nada en todo el día = me pongo de mala leche. Depende de asuntos más graves, como la muerte de alguien cercano).

Para mí, esa primera línea base es el quid de la cuestión. Si nos construimos una base de felicidad, paz y armonía, seremos felices pase lo que pase en nuestra línea superficial. Aunque a veces las circunstancias no nos sean del todo favorables, nuestro estado profundo será de calma y felicidad. Y tejer esa línea de forma fuerte y consistente necesita de un proceso.

Buscar la felicidad fuera de nosotros es como esperar el sol en una gruta orientada hacia el norte. (Adagio tibetano)

La felicidad nunca provendrá de algo externo. La felicidad la creamos nosotros mismos con los recursos internos que tenemos. Así que, en lugar de enfocarnos en poseer más y más pertenencias materiales y moldear nuestro aspecto externo, deberíamos centrarnos en flexibilizar y cambiar nuestras reacciones ante las circunstancias. Un buen ejercicio es fijarnos en un patrón de reacción que repitamos mucho y modificarlo la próxima vez que se nos presente la oportunidad.

Y claro que al principio es más fácil y más cómodo ver el lado negativo de todo, si ése ha sido nuestro patrón durante toda la vida. No está bien visto sonreír cuando todo va mal. Quejarse es la salida preferida por muchos, porque además nos libera de toda culpa al echársela a las circunstancias. Pero no, amigos. Somos responsables de todo, de absolutamente todo lo que nos pasa. Somos creadores de las circunstancias y de lo que decidimos hacer con ellas. La queja es sólo un paso atrás en la consecución de nuestro objetivo, cualquiera que sea.

Centra tu atención en el ahora y respóndeme: ¿Qué problema tienes en este momento? (Eckhart Tolle)

¿Yo soy yo y mis circunstancias? No del todo. Desde hoy, yo soy yo y lo que hago con mis circunstancias.

dimecres, 8 de desembre del 2010

El matrimonio y el pan

Érase una vez un matrimonio. Desde que se casaron y comenzaron a vivir bajo el mismo techo, mantuvieron el hábito de comer y cenar juntos aunque les fuera difícil hacer coincidir sus horarios.
Cada vez que se sentaban a la mesa, el marido cogía la barra de pan y la partía en tres trozos. Él se quedaba los picos y le daba el medio a la mujer. "Se queda los picos porque están mejores", pensaba ella. Pero no le decía nada. 
Pasaban los años y el marido continuaba con la vieja costumbre de partir el pan el tres trozos, quedarse los picos y darle el centro a su mujer. En menos que canta un gallo se plantaron en los cincuenta años de casados, y el matrimonio se vio celebrando sus bodas de oro.
 "Hoy es el día en que me dará los picos del pan", se dijo la mujer. Llegó la hora de la comida y, bajo la disimulada mirada de su esposa, el marido tomó el pan entre sus manos. Como siempre, lo partió en tres trozos. La mujer estaba convencida de que, esta vez, los picos serían para ella...
Y sin embargo su marido repitió la misma rutina de siempre: se quedó con los picos y le cedió el medio del pan a ella. "Hombre, en el día de nuestras bodas de oro ya podrías haberme dado a mí los picos, ¿no?", preguntó la mujer, dolida.
Entonces él la miró, desconcertado. Mudo, le pasó los picos del pan arrastrándolos lentamente sobre el mantel. Al cabo de unos segundos, el marido musitó: "Durante todos estos años te he estado dando la parte del medio porque era la que más me gustaba". 
¿Interpretar o corroborar? ¿Callar o comunicarse?

(La fuente de este cuento es desconocida. Agradezco a mi madre que me lo haya contado).

dilluns, 6 de desembre del 2010

Las condiciones de la gestación pueden condicionarnos de por vida

Como dije en una de mis últimas entradas, se ha comprobado científicamente que la configuración genética de las personas comienza a formarse durante la etapa que pasamos en el útero materno. Las investigaciones sobre la influencia que pueden tener las emociones de los padres en el feto han comenzado hace relativamente pocos años, y todavía necesitan tiempo y recursos para continuar dando frutos.

Cada vez son más las pruebas que demuestran que las condiciones del útero tienen tanta importancia como los genes a la hora de determinar cuál será el desarrollo mental y físico durante la vida. (Peter Nathanielsz)


Eduard Punset se ocupó en su programa Redes de los descubrimientos realizados en este campo. A finales de 2009 entrevistó a la psicobióloga británica Vivette Glover, cuyas indagaciones nos han brindado conclusiones sorprendentes.

Dicho encuentro se refleja en el programa número 40 de Redes, "Educación emocional desde el útero materno". Vale la pena dedicarle media hora de nuestra vida.



Aquí van las ideas principales del documental:
  1. Como señalan las últimas investigaciones, el medio determina nuestro código genético y, al principio, ese medio es nuestra madre.
  2. Si desde hace tiempo sabemos que los malos hábitos de la madre (tabaquismo, alcoholismo o una incorrecta alimentación) pueden afectar al desarrollo sano del bebé, ahora descubrimos que, a esos factores, se le añaden las emociones tanto de la madre como del padre. La ansiedad o la depresión de la madre aumentan los niveles de cortisol, una hormona que, en grandes cantidades, puede llegar a atravesar la placenta y estresar también al bebé. ¿Y qué tiene que ver el padre? Pues mucho, al contrario de lo que antes se creía. Su estado emocional puede afectar al estado de la madre, y éste influirá en el niño.   
  3. El hecho de que la madre o el padre estén ansiosos o deprimidos mientras la mujer está embarazada afectará al niño durante toda su vida. La ansiedad o la depresión de los padres podría multiplicar por 2 el nivel de hiperactividad del niño. Otros trastornos que estos niños tienen más posibilidades de desarrollar son algunos problemas cognitivos y déficit de atención.
  4. ¿Cuál es el parto menos estresante para el bebé? Según Vivette Glover, el parto por cesárea voluntaria o planificada. El parto con aspiradora es el más estresante, y el parto vaginal normal se encuentra entre los dos anteriores.
    De todos modos -y aunque esto no se dice en el vídeo- no está todo dicho, y las condiciones del embarazo y del parto no tienen por qué condicionar toda nuestra existencia. Una vez más, la conciencia que pongamos sobre nuestros problemas y limitaciones nos da la llave para comenzar a conducir nuestra programación hacia donde deseemos.

    Desde luego, un tema muy interesante. Estoy ansiosa por que los científicos sigan echando luz sobre él.

    dissabte, 4 de desembre del 2010

    Libertad de elección

    A un reportero le encargaron hacer un reportaje sobre un hombre que había sido condenado a cadena perpetua por cometer varios delitos, entre ellos el asesinato.

    El preso había tenido dos hijos, nacidos con apenas once meses de diferencia. Uno creció siguiendo los pasos de su padre: delinquió constantemente y su vida se redujo a entrar y salir de la prisión una y otra vez. El otro fue, de pequeño, un niño normal, y de mayor consiguió ser exitoso en su trabajo y en su vida familiar: educó a sus hijos con conocimiento y juicio.

    El reportero decidió entrevistar a los dos hijos del condenado para que dieran sus respectivas visiones sobre su padre. Así, preguntó a los dos hermanos, en privado y sin que supieran que también le había preguntado al otro: "¿Por qué ha dirigido su vida por ese camino?".
    Sorprendentemente, ambos contestaron lo mismo:

    "¿En qué otra persona me hubiera podido convertir, después de haber crecido con un padre como el mío?"