dilluns, 7 de febrer del 2011

Astrología

Ayer acudí al Centro Uranium a lo que, pensaba, sería una charla sobre astrología. Lo único que conozco -o conocía- acerca de ella era el tema de los horóscopos, de la carta astral y poco más. Unos días antes estuve investigando por Internet para documentarme un poco, y acabé gastando una tarde entera en una página de cartas astrales gratis.

Nunca he sabido qué pensar sobre la astrología. Nunca he creído en los horóscopos de las revistas, más que nada porque -digan lo que digan- los escriben redactores aburridos o becarios asqueados. No me he aprendido las características de los signos más allá del mío ni he llamado a un tarotista para que me lea el porvenir.

Sin embargo, como no me gusta opinar de las cosas hasta que no las conozco -cosa que no quiere decir que a veces no lo haga, claro-, decidí ir a esta conferencia para ver si me explicaban un poco de qué va el rollo astrológico.

Siendo domingo por la tarde no esperaba encontrarme a mucha gente en aquel centro al que nunca antes había ido. Sí que conozco a su propietario, Sirio Simó, porque tiene una casa en Caudiel en la que hacen "retiros" y cursos, y una vez fui a uno de ellos.
 
"La escuela" de Caudiel
Pero me equivoqué. Allí fue entrando más y más gente, tanta que no había sillas para todos y la mitad hubieron de sentarse en el suelo. Me llamaron la atención varios hechos: el primero, que había más o menos la misma proporción de hombres y mujeres, cuando son éstas las más habituales en actos que toquen temas, digamos, espirituales. También me sorprendió la gran variedad de gente que había allí: hombres que superaban los cincuenta años, grupos de amigos que iban por recomendación de uno de ellos, parejas con pintas totalmente corrientes, el típico chico de 25 años que te encontrarías en un concierto de Obrint Pas... es decir, allí cabían todas aquellas personas que lo último que pensaríamos de ellas al verlas por la calle es que están interesados en la astrología.

El chico que impartía el "cursillo" no superaría los 35 años. También era muy estándar, por decirlo de alguna manera. Desde el principio dejó claro de qué iba la cosa: aquello no era una charla, se trataba más bien de una jam astrológica. Cada uno de nosotros teníamos que escribir en un papelito una cuestión que quisiéramos que una determinada carta astral nos respondiera y luego, entre todos, daríamos solución a algunas de ellas utilizando diversos métodos astrológicos.

Ahí ya me asusté un poco. Si yo no tengo ni idea de astrología, pensé. No importaba: en la otra cara del papel deberíamos poner un número del 0 al 5, significando el 0 un nivel nulo de conocimientos astrológicos. Aunque al principio temí ser la única "infiltrada" en aquella reunión de expertos de lo oculto, luego descubrí que había muchos más ceros como yo. Reconfortante.

Me costó tiempo pensar mi pregunta, porque si salía elegida sería interesante tener una respuesta esclarecedora a algo trascendente. Finalmente me decidí por ésta: ¿Hay algo más allá de la ciencia? En fin, no resultó escogida. Se suponía que iba a dar tiempo a tratar varias cuestiones, pero entre todos se enrollaron -digo que se enrollaron porque yo me limité a escuchar sin intervenir- con una pregunta y no dio tiempo a más. Dicha pregunta, elegida por votación democrática, era: ¿Qué lecciones de vida me quedan por aprender?

Ejemplo de carta astral
Para responderla, el conferenciante pidió un conejillo de indias que cediera su carta astral. Un hombre de iniciales M.B. se ofreció voluntario. El primero le calculó su carta astral con un programa informático, y explicó un poco algunos de los significados y simbolismos que contiene. Por ejemplo, señaló que los simbolitos que se encuentran entre los de la luna y el sol en el sentido contrario a las agujas del reloj representan las lecciones de vida que le quedan al alma por adquirir.

Mediante varias técnicas -preguntarle a los planetas de la carta, a los signos del horóscopo, a los aspectos- el conductor y los participantes más experimentados llegaron a las mismas conclusiones. El hombre parecía estar de acuerdo con las interpretaciones de la sala, desde las adivinaciones respecto a su niñez como las de su estado actual.

De la tarde de ayer saqué algunas conclusiones, todas basadas en el poco conocimiento que sigo teniendo de la astrología y en lo que expuso el astrólogo. Aunque me hace falta contrastar informaciones e investigar más, mis primeras impresiones son éstas:
  1. La astrología no es una ciencia "adivinatoria", sino interpretativa. No precide un futuro exacto, sino que da pistas sobre el comportamiento de las personas o de las sociedades atendiendo al movimiento de las energías del universo. Igual que los cambios de estaciones nos afectan psicológicamente, las interacciones energéticas del cosmos nos condicionan en cierto modo. 
  2. Mediante el conocimiento de las cartas astrales futuras se puede predecir a grandes rasgos aquello que va a suceder. Desde cuánto durará la rebelión en Egipto hasta cuándo saldremos de la crisis. Según el astrólogo -algo que fue secundado por otros asistentes-, todas las revoluciones, los cambios de paradigma, las guerras, etcétera, han sucedido bajo unos mismos patrones planetarios. 
  3. La astrología parece más interesante desde el objetivo de conocerse a uno mismo que desde la pretensión de adivinar nuestro porvenir. La astrología nos ofrece soluciones a problemas y a comportamientos que no deseamos seguir teniendo; nos abre caminos cuya existencia no habíamos contemplado. Por lo que pude comprobar ayer, en este punto es tremendamente exacta. 

De momento dejaré el tema astrológico algo apartado, porque entre el reiki y la PNL voy más que servida. Pero lo retomaré en un futuro, porque me parece un tema muy interesante (y, todo hay que decirlo, sobre el que, creo, recaen muchas críticas y falacias producto del desconocimiento).

¡Hasta más ver!

dimarts, 25 de gener del 2011

Somos una maravilla

Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que jamás volverá... ¿Y qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? Pues les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia. ¿Cuándo les enseñaremos, además, lo que son? A cada uno de ellos deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla. Eres único. Nunca antes ha habido ningún otro niño como tú. Con tus piernas, con tus brazos, con la habilidad de tus dedos, con tu manera de moverte. Quizá llegues a ser un Shakespeare, un Miguel Ángel, un Beethoven. Tienes todas las capacidades. Sí, eres una maravilla. Y cuando crezcas, ¿serás capaz de hacer daño a otro que es, como tú, una maravilla? Debes trabajar -como todos debemos trabajar- para hacer el mundo digno de tus hijos.







Pau Casals

dissabte, 22 de gener del 2011

La importancia de agradecer II

¿Os acordáis de que, hace unas semanas, escribí sobre lo que es el Reiki? En aquella misma entrada expuse mi deseo de comenzar un curso de esta terapia natural. Pues bien: dicho y hecho. Ayer fue la primera sesión y el lunes será la segunda y última. Después de diez horas de formación tendré el nivel uno de Reiki, lo que implica que deberé estar capacitada para canalizar la energía universal y transmitirla a otras personas a nivel físico. Me entusiasman las aplicaciones de esta disciplina tan desconocida, y mi mente ya piensa en cursar los niveles dos y tres en cuanto reúna la suficiente práctica en el uno.

El Reiki se sustenta sobre cinco principios:
  1. Sólo por hoy no te preocupes.
  2. Sólo por hoy no te enfades.
  3. Sólo por hoy honra a tus padres, maestros y mayores.
  4. Sólo por hoy gánate la vida honradamente.
  5. Sólo por hoy demuestra tu gratitud hacia todo ser vivo.
Cuando la profesora nos los presentó en el curso, se detuvo, en especial, en el último. Ya publiqué alguna vez sobre la importancia del agradecimiento, y ahora voy a volver a hacerlo porque me parece una costumbre que tenemos, en general, muy desatendida. Las palabras de la profesora resonaron en mi interior y, aunque he cumplido la rutina de escribir cada día cinco hechos de mi vida por los que estoy agradecida, me di cuenta de que no soy profundamente consciente de todo por lo que tengo que dar las gracias.

Solemos dar por hecho que todo lo que tenemos, todo lo que somos, son derechos consustanciales a la vida. La cama en la que dormimos todas las noches, la calefacción que nos abriga en casa, los platos de comida que engullimos día tras día, una salud más o menos correcta, unas amistades relativamente fieles... Son cosas que siempre han estado ahí y, si han llegado hace poco, el proceso de valoración hacia ellas no dura mucho: en seguida nos acostumbramos a su presencia y pasamos a considerarlo normal.

No nos damos cuenta de que todo lo que tenemos son regalos que nos da la vida. No sé si hemos elegido o no nacer donde hemos nacido (¿quién puede afirmar que no es así?), pero deberíamos agradecer hasta el hecho de haber venido a este mundo. Nos conviene valorar lo que tenemos y no esperar a perderlo para pensar lo bueno que había sido. Cuando nos valoramos a nosotros mismos, cuando valoramos la vida, podemos cuidar nuestra salud, tanto la física como la mental o la espiritual. No aguardamos, pues, a ponernos enfermos o a caer en un bucle depresivo para lamentarnos por nuestra óptima antigua situación y pensar en lo bien que estaríamos si la hubiéramos sabido mantener o mejorar. 
Hace algunos días fui a la piscina de mi pueblo. Hace poco que han abierto unos vestuarios nuevos, que ahora se usan cuando con los antiguos no es suficiente. Aquel día era domingo y, debido a la poca gente que estaba acudiendo a nadar, solamente abrieron los vestuarios viejos. Mientras yo estaba pagando, una mujer se encaminó hacia los nuevos. La chica de la recepción la detuvo, informándole de que ésos estaban cerrados. La mujer se quejó entre dientes y, una vez dentro del vestuario antiguo, se desahogó conmigo diciéndome que había "una gran diferencia entre los vestuarios", y que éstos deberían cerrarlos ya "porque las duchas no van" y "dan vergüenza". En primer lugar, las duchas funcionan perfectamente y la única diferencia entre los vestuarios es que unos están más desgastados que los otros. En segundo lugar, no pude evitar pensar que aquella mujer era incapaz de agradecer que, al menos, tenía un lugar en el que ducharse y que lo podía hacer todos los días, privilegio que la mayoría de habitantes de este planeta no tienen.
También creo que es importante agradecer a la vida por los amigos que tenemos. La amistad que nos brindan no es, en ningún caso, mérito nuestro: es mérito suyo, por saber dar y recibir amistad. Nuestros amigos nos dedican su tiempo porque quieren: ¿acaso no es eso de agradecer? Es algo muy grande que una persona esté contigo en lugar de trabajando para ganar dinero para sí mismo o relajándose en su casa. Y pocas veces demostramos a nuestros amigos que les queremos y que, aunque no lo sepamos conscientemente, les agradecemos que estén a nuestro lado.

La vida, y todo lo que hay en ella, es un privilegio que tenemos y que merecemos. Pero no basta con merecerlo: debemos ganárnoslo y hacernos dignos de él. Un asesino merece la vida, pero no será digno de ella hasta que sus actos viren hacia la bondad y el altruismo. Del mismo modo, alguien que fuma dos paquetes de tabaco al día merece tener salud, pero no es digno de ella, y quien desprecia o ignora a su familia se merece que le quieran, pero no se ha hecho digno de ese amor.

Aunque tardemos en ver sus frutos, un acto tan sencillo como el de agradecer con conciencia y sintiéndolo en profundidad puede obrar cambios realmente significativos en nuestra forma de ver la vida y de valorar lo que ésta nos regala.

dilluns, 10 de gener del 2011

Yo también quiero hablar de la Navidad

Se han acabado las Navidades. Para algunos este hecho implica una tregua del consumismo, hasta el año que viene. Para la mayoría, en cambio, el final de las Pascuas significa el inicio de las rebajas, un acontecimiento nacional (si no mundial) que bien podría considerarse ya una fiesta más en España.

Desde que tengo unos diez u once años he comprado regalos en Navidad. Para mis padres, para mi hermano, para mis amigos... Los primeros años era fácil, porque nunca antes había regalado nada a esas personas y tenía más ideas que dinero para gastar. A medida que pasaba el tiempo, sin embargo, la inventiva se extinguía y acababa recurriendo a soluciones de última hora, de ésas que sabes que no apasionarán al receptor del regalo o que, incluso, querrá cambiarlas. Regalos sin alma, sin personalidad, fútiles objetos vacíos que sólo sirven para alargar la lista de posesiones materiales. Ésas que, en teoría, nos dan la felicidad, o contribuyen a ella.


Educados como estamos en la sociedad del consumismo, no debería extrañarme lo que he presenciado hoy. Como cada lunes, he colaborado con un programa de radio, V-7. El tema del día planteaba una pregunta: qué es para ti tener éxito en la vida? Reconozco que me he asombrado cuando los oyentes, llamando por teléfono y conectándose al Facebook, respondían uno tras otro lo mismo: tener dinero y hacer lo que me dé la gana. Después de oír la misma respuesta sin cesar, durante la llamada de una mujer he hablado: el dinero no da la felicidad. Un tópico, sí, pero es algo en lo que creo firmemente. Pero ayuda a conseguirla, ha dicho ella. Yo he expresado mi desacuerdo y, entonces, otro colaborador del programa ha intervenido: con dinero, todo se puede comprar.

¿Ah, sí? ¿También la felicidad? ¿El amor, la salud? ¿Cuántos ejemplos de ricos y famosos conocemos en los que éstos, a pesar de que lo tenían todo, han acabado suicidándose, drogándose, peleándose con su familia o arruinándose? Creo que, hasta esta mañana, no era consciente de cuán enfermizo es el pensamiento general de la sociedad, que se podría basar en que cuantas más posesiones y dinero tienes, más feliz y exitoso eres. En Occidente, tener = ser. Si no tienes, no eres nadie. Por eso debes comprar, consumir, gastar, aunque no necesites. Compra regalos, aunque a quien regalas lo tenga todo o no te haya informado sobre sus gustos, porque es tradición y si no lo haces quedarás como un tacaño. Cómprate ropa en las rebajas, aunque tengas el armario lleno a más no poder, porque es costumbre y tu ropa se ha pasado de moda. ¿Te ha hecho eso más feliz? ¿Has salido de la tienda habiendo incrementado tu medidor de bienestar?

Otras culturas nos enseñan que no hay que complicarse tanto la vida. Para ellas, tener no es igual a ser; más sencillamente, ser = ser. Cuando viajamos a países subdesarrollados o en vías de desarrollo nos asombramos al ver la sonrisa imperturbable en la cara de los niños o la hospitalidad y la generosidad de los adultos, así vivan sin televisor o comiendo dos veces al día. La felicidad no se basa en la abundancia material: ésta es una mentira que nos han inculcado desde que nacemos y que tenemos que superar. La felicidad se fundamenta, más bien, en la abundancia espiritual, en el autoconocimiento, en la estabilidad emocional, en unos valores dignos y arraigados y en el saber dar y recibir amor. Un amor que no necesita demostración con obligados regalos desprovistos de significado.

Por mi parte, estas Navidades han sido las primeras en las que no he regalado nada a nadie. Miento: solamente a una persona, pero no por compromiso sino porque sabía que eso le gustaría, y lo habría hecho fuera Navidad o no. Quizá el secreto radique en eso, en regalar cuando nos nace y cuando algo nos dice que es lo más acertado. Los mejores regalos son los que nos hacen cuando menos lo esperamos.

Por cierto, nadie ha dejado de quererme por no recibir un regalo de mi parte.

dilluns, 3 de gener del 2011

Lo que se encuentra en el presente

He aquí un vídeo que, quizá, os hará pensar sobre lo que nos estamos perdiendo cuando nos enfrascamos en tareas improductivas e inconscientes.



Me ha recordado a una fotografía que tomé en una fiesta de pueblo, que se celebraba dentro de una carpa llena de mesas. En la imagen aparecen cuatro niños, de unos 7 a 12 años, sentados en un mismo banco de una mesa, por orden de más alto a más bajito (algo que profería un efecto curioso). Mientras sus padres bailaban, bebían y se divertían en compañía, ellos estaban absortos mirando, cada uno, una pantalla de su aparato electrónico (un móvil, un Ipod, una consola...), sin comunicarse en absoluto los unos con los otros. Esto me hizo evocar mi infancia, más poblada por juegos colectivos y sin tantas pantallas. Y lamenté la omnipresente proliferación de tecnologías que apartan a los más jóvenes de la amistad, del compañerismo y del juego tradicional.

Subiría la foto, pero no la hice con mi cámara y, además, no es ético publicar fotografías de niños sin autorización. De todos modos, pienso que la escena es bastante fácil de imaginar (además, muchos de vosotros habréis visto algunas similares).

Que lo disfrutéis!

dijous, 30 de desembre del 2010

¿Qué es el Reiki?

Desde hace ya algunos meses siento curiosidad por todos los temas espirituales sobre los que recibo información. ¿Quién me iba a decir, cuando empecé el curso de PNL, que iba a adentrarme en un mundo totalmente desconocido y encriptado para mí? La PNL, a parte de un impagable descubrimiento, ha sido la puerta que me ha llevado a picar de otros temas igualmente interesantes; temas que, en nombre de la ciencia, se denostan y desprecian a veces, como la astrología sin ir más lejos.

También la medicina alternativa y las terapias naturales sufren constantemente un descrédito científico que, en mi opinión, representa un cierre mental en el que la humanidad, si no toma conciencia de su poder y sus posibilidades, se quedará estancada. Entre estas prácticas milenarias se encuentra el Reiki, y de ella os voy a hablar hoy.

No soy una experta en la materia, pero entre mis planes a corto plazo está el entrenarme para avanzar en ella. Estoy en contacto con un centro que imparte cursos de formación en Reiki, y quizá empiece uno próximamente. Si finalmente lo hago, os contaré mis primeras impresiones de este método.

El Reiki trata de lograr la sanación o el equilibrio del paciente a través de la imposición de las manos del practicante, canalizando una energía universal.

Los siete chackras
El Reiki se basa en el axioma de que hay una energía universal que ciertas personas pueden transmitir a otras para curar o mejorar dolencias o enfermedades. Se basa en una creencia hindú según la cual un buen estado de salud viene determinado por el fluir armónico de la energía vital a través de los chackras, que son los principales centros energéticos de nuestro cuerpo. El bloqueo de la energía en uno de estos puntos empeora la salud de la persona.

El practicante de Reiki busca desbloquear el chackra obturado para que la energía circule libre y correctamente.


Los diferentes niveles del Reiki

Para aprender Reiki sólo se necesitan dos cosas: una, el deseo de hacerlo y una mente abierta para aprenderlo; dos, encontrar un profesor calificado listo para enseñar. (Frank Arjava Pette)
Si decides aprender Reiki, debe saber que escalarás diferentes grados hasta alcanzar la Maestría. Los primeros, Shoden y Chuden, nos sirven para sanar nuestro cuerpo físico y el nivel emocional y mental. El siguiente, Okuden, nos permite sanar el karma y las cuestiones espirituales. Finalmente, la Maestría o Shinpiden, que se compone asimismo de tres escalones, nos da la potestad de enseñar esta disciplina a otras personas.

Para quien necesite pruebas de que el Reiki no es una seudociencia o un método propio de curanderos: en algunos hospitales españoles se usa como terapia complementaria, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera una opción de apoyo para enfermos de SIDA. En los servicios públicos de sanidad de Reino Unido y Estados Unidos se informa sobre el Reiki a sus pacientes y se les ofrece.



Ya os contaré cuando lo pruebe... Un saludo!

dissabte, 25 de desembre del 2010

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento

Julio Cortázar escribía:  

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento.
Lea y analice la siguiente frase:
"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la
mujer andaría en
cuatro patas en su búsqueda"

Según el escritor, si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "mujer". Si usted es hombre, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "tiene".


Aunque la visión de Cortázar me parece un poco demasiado ligada al género, desde luego éste es un gran ejemplo de cómo la mente interpreta cada fragmento del mundo según le conviene.

¿Y vosotros, dónde habéis puesto la coma?

diumenge, 19 de desembre del 2010

El monje que vendió su ferrari



Admito que eran muchas mis reticencias a leer este libro. Por lo general, desconfío de los best-seller, traten la temática que traten. Mis ganas de leer una obra literaria menguan cuanto la prensa y la masa social más se encargan de ensalzarla y publicitarla. En fin, prejuicios que, quizá, debería perfilar, dado que en este caso me han fallado.

Encontré este pequeño librito en la mesa del comedor de casa de mi padre. Andamos en periodo de exámenes y de entrega de trabajos y, la verdad, cualquier distracción me sirve de excusa para no ponerme a la faena. Así que tomé el cuaderno entre mis manos, esperando que dos páginas fueran suficientes para convencerme de que era más productivo coger los apuntes de la carrera y memorizarlos con todos sus puntos y comas.

Si bien los primeros párrafos no me aportaron nada nuevo, algo me impulsó a seguir leyendo. La historia que este libro cuenta es la de Julián, un abogado exitoso que, sin embargo, está vacío interiormente. Un ataque cardíaco que casi acaba con su vida le hace desaparecer del mapa: John, uno de sus compañeros de trabajo y narrador en primera persona, le pierde la pista.

Pasan tres años y Julián reaparece para visitar a John. A partir de entonces, se abre un diálogo entre ambos personajes en el que Julián instruye a John sobre todo lo que ha aprendido durante esos años en los que ha convivido con los Sabios de Sivana, en la India.

A través de las siete virtudes para una vida rebosante de paz, Julián muestra a John el camino del desarrollo personal. John es la encarnación de aquellas personas que siguen el flujo de una vida lineal, superficial y material, y que no creen en la transformación del cambio personal porque sus creencias se lo impiden. Sin embargo, a través de unos sencillos consejos llenos de autenticidad y revelación, John acaba confiando en las palabras de su amigo y se entusiasma con la perspectiva de crecer en todas las áreas de su vida.

El monje que vendió su ferrari es un libro imprescindible para todo aquel que, como John, no se haya iniciado todavía en el autoconocimiento personal y el desarrollo de su yo. Sus 209 páginas condensan las principales ideas, tan sencillas como poderosas, que uno debe tener en cuenta para empezar el apasionante camino del crecimiento personal. Por si fuera poco, en el libro se explican algunas técnicas básicas para saborear, en poco tiempo, un poquito de ese dominio mental, espiritual y emocional del que la gran mayoría carecemos.

Las siete virtudes de las que habla Robin Sharma, el autor del libro, son, en esencia, las siguientes:

1. La dominación de la mente: la calidad de tu vida viene determinada por la calidad de tus pensamientos. Somos creadores y responsables de todo lo que ocurre en nuestra vida.
2. La persecución de los objetivos: el propósito de la vida es una vida con propósito. ¿Cómo sabemos si hemos llegado si no sabemos adónde vamos?
3. El poder de la reflexión: pensar acerca de nosotros mismos, conocernos, reflexionar cada día, atrevernos a cambiar de hábitos, practicar la flexibilidad.
4. La disciplina.
5. El respeto del tiempo propio: dejar de vivir de forma acelerada, disfrutar del momento. Debemos aprender a gestionar nuestro tiempo, a priorizar.
6. El servicio a los demás:  elevando la vida de los demás, la vida propia alcanza las más altas dimensiones.
7. La conciencia del momento presente: el secreto de la felicidad es vivir el presente, ser conscientes de que somos capaces de cultivar nuestro futuro.


Todos estamos aquí por una razón especial. Deja de ser un prisionero de tu pasado: conviértete en arquitecto de tu futuro. (Robin Sharma)

En resumen, una lectura imprescindible para quienes quieran adentrarse en el mundo del desarrollo personal (además de una oportunidad para reflexionar acerca de mis prejuicios...).

dimecres, 15 de desembre del 2010

Para que no tengamos que escribir nunca algo así

Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas ahora.

Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita, contemplaría más atardeceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Jorge Luis Borges