dijous, 30 de desembre del 2010

¿Qué es el Reiki?

Desde hace ya algunos meses siento curiosidad por todos los temas espirituales sobre los que recibo información. ¿Quién me iba a decir, cuando empecé el curso de PNL, que iba a adentrarme en un mundo totalmente desconocido y encriptado para mí? La PNL, a parte de un impagable descubrimiento, ha sido la puerta que me ha llevado a picar de otros temas igualmente interesantes; temas que, en nombre de la ciencia, se denostan y desprecian a veces, como la astrología sin ir más lejos.

También la medicina alternativa y las terapias naturales sufren constantemente un descrédito científico que, en mi opinión, representa un cierre mental en el que la humanidad, si no toma conciencia de su poder y sus posibilidades, se quedará estancada. Entre estas prácticas milenarias se encuentra el Reiki, y de ella os voy a hablar hoy.

No soy una experta en la materia, pero entre mis planes a corto plazo está el entrenarme para avanzar en ella. Estoy en contacto con un centro que imparte cursos de formación en Reiki, y quizá empiece uno próximamente. Si finalmente lo hago, os contaré mis primeras impresiones de este método.

El Reiki trata de lograr la sanación o el equilibrio del paciente a través de la imposición de las manos del practicante, canalizando una energía universal.

Los siete chackras
El Reiki se basa en el axioma de que hay una energía universal que ciertas personas pueden transmitir a otras para curar o mejorar dolencias o enfermedades. Se basa en una creencia hindú según la cual un buen estado de salud viene determinado por el fluir armónico de la energía vital a través de los chackras, que son los principales centros energéticos de nuestro cuerpo. El bloqueo de la energía en uno de estos puntos empeora la salud de la persona.

El practicante de Reiki busca desbloquear el chackra obturado para que la energía circule libre y correctamente.


Los diferentes niveles del Reiki

Para aprender Reiki sólo se necesitan dos cosas: una, el deseo de hacerlo y una mente abierta para aprenderlo; dos, encontrar un profesor calificado listo para enseñar. (Frank Arjava Pette)
Si decides aprender Reiki, debe saber que escalarás diferentes grados hasta alcanzar la Maestría. Los primeros, Shoden y Chuden, nos sirven para sanar nuestro cuerpo físico y el nivel emocional y mental. El siguiente, Okuden, nos permite sanar el karma y las cuestiones espirituales. Finalmente, la Maestría o Shinpiden, que se compone asimismo de tres escalones, nos da la potestad de enseñar esta disciplina a otras personas.

Para quien necesite pruebas de que el Reiki no es una seudociencia o un método propio de curanderos: en algunos hospitales españoles se usa como terapia complementaria, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera una opción de apoyo para enfermos de SIDA. En los servicios públicos de sanidad de Reino Unido y Estados Unidos se informa sobre el Reiki a sus pacientes y se les ofrece.



Ya os contaré cuando lo pruebe... Un saludo!

dissabte, 25 de desembre del 2010

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento

Julio Cortázar escribía:  

La coma, esa puerta giratoria del pensamiento.
Lea y analice la siguiente frase:
"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la
mujer andaría en
cuatro patas en su búsqueda"

Según el escritor, si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "mujer". Si usted es hombre, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra "tiene".


Aunque la visión de Cortázar me parece un poco demasiado ligada al género, desde luego éste es un gran ejemplo de cómo la mente interpreta cada fragmento del mundo según le conviene.

¿Y vosotros, dónde habéis puesto la coma?

diumenge, 19 de desembre del 2010

El monje que vendió su ferrari



Admito que eran muchas mis reticencias a leer este libro. Por lo general, desconfío de los best-seller, traten la temática que traten. Mis ganas de leer una obra literaria menguan cuanto la prensa y la masa social más se encargan de ensalzarla y publicitarla. En fin, prejuicios que, quizá, debería perfilar, dado que en este caso me han fallado.

Encontré este pequeño librito en la mesa del comedor de casa de mi padre. Andamos en periodo de exámenes y de entrega de trabajos y, la verdad, cualquier distracción me sirve de excusa para no ponerme a la faena. Así que tomé el cuaderno entre mis manos, esperando que dos páginas fueran suficientes para convencerme de que era más productivo coger los apuntes de la carrera y memorizarlos con todos sus puntos y comas.

Si bien los primeros párrafos no me aportaron nada nuevo, algo me impulsó a seguir leyendo. La historia que este libro cuenta es la de Julián, un abogado exitoso que, sin embargo, está vacío interiormente. Un ataque cardíaco que casi acaba con su vida le hace desaparecer del mapa: John, uno de sus compañeros de trabajo y narrador en primera persona, le pierde la pista.

Pasan tres años y Julián reaparece para visitar a John. A partir de entonces, se abre un diálogo entre ambos personajes en el que Julián instruye a John sobre todo lo que ha aprendido durante esos años en los que ha convivido con los Sabios de Sivana, en la India.

A través de las siete virtudes para una vida rebosante de paz, Julián muestra a John el camino del desarrollo personal. John es la encarnación de aquellas personas que siguen el flujo de una vida lineal, superficial y material, y que no creen en la transformación del cambio personal porque sus creencias se lo impiden. Sin embargo, a través de unos sencillos consejos llenos de autenticidad y revelación, John acaba confiando en las palabras de su amigo y se entusiasma con la perspectiva de crecer en todas las áreas de su vida.

El monje que vendió su ferrari es un libro imprescindible para todo aquel que, como John, no se haya iniciado todavía en el autoconocimiento personal y el desarrollo de su yo. Sus 209 páginas condensan las principales ideas, tan sencillas como poderosas, que uno debe tener en cuenta para empezar el apasionante camino del crecimiento personal. Por si fuera poco, en el libro se explican algunas técnicas básicas para saborear, en poco tiempo, un poquito de ese dominio mental, espiritual y emocional del que la gran mayoría carecemos.

Las siete virtudes de las que habla Robin Sharma, el autor del libro, son, en esencia, las siguientes:

1. La dominación de la mente: la calidad de tu vida viene determinada por la calidad de tus pensamientos. Somos creadores y responsables de todo lo que ocurre en nuestra vida.
2. La persecución de los objetivos: el propósito de la vida es una vida con propósito. ¿Cómo sabemos si hemos llegado si no sabemos adónde vamos?
3. El poder de la reflexión: pensar acerca de nosotros mismos, conocernos, reflexionar cada día, atrevernos a cambiar de hábitos, practicar la flexibilidad.
4. La disciplina.
5. El respeto del tiempo propio: dejar de vivir de forma acelerada, disfrutar del momento. Debemos aprender a gestionar nuestro tiempo, a priorizar.
6. El servicio a los demás:  elevando la vida de los demás, la vida propia alcanza las más altas dimensiones.
7. La conciencia del momento presente: el secreto de la felicidad es vivir el presente, ser conscientes de que somos capaces de cultivar nuestro futuro.


Todos estamos aquí por una razón especial. Deja de ser un prisionero de tu pasado: conviértete en arquitecto de tu futuro. (Robin Sharma)

En resumen, una lectura imprescindible para quienes quieran adentrarse en el mundo del desarrollo personal (además de una oportunidad para reflexionar acerca de mis prejuicios...).

dimecres, 15 de desembre del 2010

Para que no tengamos que escribir nunca algo así

Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas ahora.

Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita, contemplaría más atardeceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Jorge Luis Borges

dilluns, 13 de desembre del 2010

Ser o no ser carne de cañón para las circunstancias

José Ortega y Gasset
Yo soy yo y mis circunstancias. (Ortega y Gasset)

Mmm... qué frase tan repetida y trillada. La oímos aquí y allá, una y otra vez. Muchos estaréis de acuerdo con ella. Yo hoy me he propuesto desmentirla.

Me he dado cuenta de algo: a los seres humanos nos encanta quejarnos. Todos conocemos a alguien que parece experto en sacar el lado negativo de cualquier circunstancia. De hecho, si lo pensamos bien, de cualquier circunstancia podemos extraer tanto una visión positiva como su antípoda negativa. En mi opinión, uno de los ingredientes de la felicidad es saber encontrar la parte positiva de todo lo que nos pasa. Incluso si nos equivocamos o si lo pasamos mal en algún momento, podemos aprovechar la incomodidad para aprender y no volver a tropezar con la misma piedra.

 El modo en que vemos el problema es el problema. (Stephen R. Covey)

Las circunstancias. ¿Qué son las circunstancias? Son todo aquello que pasa ahí, en ese enorme escenario que está fuera de nosotros. Son la lluvia que inunda los suelos en abril, la cara de pocos amigos del vecino y el autobús que acabas de perder. Las circunstancias las crean las personas y también la naturaleza. En algunas podemos influir, como cuando decidimos contarle un chiste a nuestro primo para que se anime porque le ha dejado la novia; en otras, como el tiempo atmosférico o el paso del tiempo, de momento no.

Lo que sí que podemos hacer bajo cualquier circunstancia (o mejor, sobre cualquier circunstancia, que nos da más poder) es decidir de cómo y cuánto queremos que nos afecten las circunstancias. Nosotros, seres a los que se nos ha dado una razón y un cerebro que tiene más función que la de llenar nuestro atontado cráneo, tenemos dos opciones:

  1. Ser la escultura de las circunstancias: deprimirte cuando alguien cercano a ti se deprime, ponerte de mal humor cuando llueve, enfadarte cuando alguien te hace una broma, etcétera.
  2. Ser escultor de tus reacciones ante las circunstancias: mantenerte en un estado positivo aunque tu novio esté deprimido (porque, además, una persona no puede ayudar a otra poniéndose a su mismo nivel: ha de hacerlo desde uno más elevado, desde un estado OK), alegrarte cuando llueve porque podrás pisar los charcos, o estrenar un paraguas, o cualquier razón que se te ocurra; salir desde tu sentido del humor cuando alguien bromea sobre ti o contigo, etcétera.

Si hay algo que me descoloca profundamente, son esas personas que van de un estado de euforia absoluta a otro de caos desesperado. Además, sé reconocerlas porque yo actué de ese modo durante muchos años. Personas a las que un comentario negativo sobre ellas (proveniente, a veces, de alguien a quien ni siquiera conocen) consigue influir en su estado anímico durante horas... hasta que una llamada telefónica de un amigo con quien hace tiempo que no hablaban les da el subidón del siglo y les coloca en un estado de intensa "felicidad". Y pongo felicidad entre comillas porque, definitivamente, no me creo el discurso de que son esos pequeños momentos los que dan la felicidad, blablabla. La felicidad es algo que sustenta nuestro "espíritu", una identidad constante y serena que no necesita de risas desenfrenadas ni frases que quedan como un broche a quien las pronuncia (qué feliz estoy, qué felicidad siento).

La felicidad no es un estado. Nadie puede estar feliz: se es feliz. Y cuando alguien es feliz le importa un pimiento que llueva, que truene o que venga un tsunami a llevarse su casa.

El error más común consiste en confundir placer y felicidad. El placer, dice un proverbio indio, "no es sino la sombra de la felicidad". (Matthieu Ricard)

Matthieu Ricard
Vale, voy a hacer una puntualización. Yo distingo entre, digamos, dos líneas de ánimo: una, la que hace de base y de soporte; la otra, la superficial, que varía dependiendo de las circunstancias (¡no de todas!, solamente de las más importantes. Es decir, no de nimiedades como que tengo hambre y no he comido nada en todo el día = me pongo de mala leche. Depende de asuntos más graves, como la muerte de alguien cercano).

Para mí, esa primera línea base es el quid de la cuestión. Si nos construimos una base de felicidad, paz y armonía, seremos felices pase lo que pase en nuestra línea superficial. Aunque a veces las circunstancias no nos sean del todo favorables, nuestro estado profundo será de calma y felicidad. Y tejer esa línea de forma fuerte y consistente necesita de un proceso.

Buscar la felicidad fuera de nosotros es como esperar el sol en una gruta orientada hacia el norte. (Adagio tibetano)

La felicidad nunca provendrá de algo externo. La felicidad la creamos nosotros mismos con los recursos internos que tenemos. Así que, en lugar de enfocarnos en poseer más y más pertenencias materiales y moldear nuestro aspecto externo, deberíamos centrarnos en flexibilizar y cambiar nuestras reacciones ante las circunstancias. Un buen ejercicio es fijarnos en un patrón de reacción que repitamos mucho y modificarlo la próxima vez que se nos presente la oportunidad.

Y claro que al principio es más fácil y más cómodo ver el lado negativo de todo, si ése ha sido nuestro patrón durante toda la vida. No está bien visto sonreír cuando todo va mal. Quejarse es la salida preferida por muchos, porque además nos libera de toda culpa al echársela a las circunstancias. Pero no, amigos. Somos responsables de todo, de absolutamente todo lo que nos pasa. Somos creadores de las circunstancias y de lo que decidimos hacer con ellas. La queja es sólo un paso atrás en la consecución de nuestro objetivo, cualquiera que sea.

Centra tu atención en el ahora y respóndeme: ¿Qué problema tienes en este momento? (Eckhart Tolle)

¿Yo soy yo y mis circunstancias? No del todo. Desde hoy, yo soy yo y lo que hago con mis circunstancias.

dimecres, 8 de desembre del 2010

El matrimonio y el pan

Érase una vez un matrimonio. Desde que se casaron y comenzaron a vivir bajo el mismo techo, mantuvieron el hábito de comer y cenar juntos aunque les fuera difícil hacer coincidir sus horarios.
Cada vez que se sentaban a la mesa, el marido cogía la barra de pan y la partía en tres trozos. Él se quedaba los picos y le daba el medio a la mujer. "Se queda los picos porque están mejores", pensaba ella. Pero no le decía nada. 
Pasaban los años y el marido continuaba con la vieja costumbre de partir el pan el tres trozos, quedarse los picos y darle el centro a su mujer. En menos que canta un gallo se plantaron en los cincuenta años de casados, y el matrimonio se vio celebrando sus bodas de oro.
 "Hoy es el día en que me dará los picos del pan", se dijo la mujer. Llegó la hora de la comida y, bajo la disimulada mirada de su esposa, el marido tomó el pan entre sus manos. Como siempre, lo partió en tres trozos. La mujer estaba convencida de que, esta vez, los picos serían para ella...
Y sin embargo su marido repitió la misma rutina de siempre: se quedó con los picos y le cedió el medio del pan a ella. "Hombre, en el día de nuestras bodas de oro ya podrías haberme dado a mí los picos, ¿no?", preguntó la mujer, dolida.
Entonces él la miró, desconcertado. Mudo, le pasó los picos del pan arrastrándolos lentamente sobre el mantel. Al cabo de unos segundos, el marido musitó: "Durante todos estos años te he estado dando la parte del medio porque era la que más me gustaba". 
¿Interpretar o corroborar? ¿Callar o comunicarse?

(La fuente de este cuento es desconocida. Agradezco a mi madre que me lo haya contado).

dilluns, 6 de desembre del 2010

Las condiciones de la gestación pueden condicionarnos de por vida

Como dije en una de mis últimas entradas, se ha comprobado científicamente que la configuración genética de las personas comienza a formarse durante la etapa que pasamos en el útero materno. Las investigaciones sobre la influencia que pueden tener las emociones de los padres en el feto han comenzado hace relativamente pocos años, y todavía necesitan tiempo y recursos para continuar dando frutos.

Cada vez son más las pruebas que demuestran que las condiciones del útero tienen tanta importancia como los genes a la hora de determinar cuál será el desarrollo mental y físico durante la vida. (Peter Nathanielsz)


Eduard Punset se ocupó en su programa Redes de los descubrimientos realizados en este campo. A finales de 2009 entrevistó a la psicobióloga británica Vivette Glover, cuyas indagaciones nos han brindado conclusiones sorprendentes.

Dicho encuentro se refleja en el programa número 40 de Redes, "Educación emocional desde el útero materno". Vale la pena dedicarle media hora de nuestra vida.



Aquí van las ideas principales del documental:
  1. Como señalan las últimas investigaciones, el medio determina nuestro código genético y, al principio, ese medio es nuestra madre.
  2. Si desde hace tiempo sabemos que los malos hábitos de la madre (tabaquismo, alcoholismo o una incorrecta alimentación) pueden afectar al desarrollo sano del bebé, ahora descubrimos que, a esos factores, se le añaden las emociones tanto de la madre como del padre. La ansiedad o la depresión de la madre aumentan los niveles de cortisol, una hormona que, en grandes cantidades, puede llegar a atravesar la placenta y estresar también al bebé. ¿Y qué tiene que ver el padre? Pues mucho, al contrario de lo que antes se creía. Su estado emocional puede afectar al estado de la madre, y éste influirá en el niño.   
  3. El hecho de que la madre o el padre estén ansiosos o deprimidos mientras la mujer está embarazada afectará al niño durante toda su vida. La ansiedad o la depresión de los padres podría multiplicar por 2 el nivel de hiperactividad del niño. Otros trastornos que estos niños tienen más posibilidades de desarrollar son algunos problemas cognitivos y déficit de atención.
  4. ¿Cuál es el parto menos estresante para el bebé? Según Vivette Glover, el parto por cesárea voluntaria o planificada. El parto con aspiradora es el más estresante, y el parto vaginal normal se encuentra entre los dos anteriores.
    De todos modos -y aunque esto no se dice en el vídeo- no está todo dicho, y las condiciones del embarazo y del parto no tienen por qué condicionar toda nuestra existencia. Una vez más, la conciencia que pongamos sobre nuestros problemas y limitaciones nos da la llave para comenzar a conducir nuestra programación hacia donde deseemos.

    Desde luego, un tema muy interesante. Estoy ansiosa por que los científicos sigan echando luz sobre él.

    dissabte, 4 de desembre del 2010

    Libertad de elección

    A un reportero le encargaron hacer un reportaje sobre un hombre que había sido condenado a cadena perpetua por cometer varios delitos, entre ellos el asesinato.

    El preso había tenido dos hijos, nacidos con apenas once meses de diferencia. Uno creció siguiendo los pasos de su padre: delinquió constantemente y su vida se redujo a entrar y salir de la prisión una y otra vez. El otro fue, de pequeño, un niño normal, y de mayor consiguió ser exitoso en su trabajo y en su vida familiar: educó a sus hijos con conocimiento y juicio.

    El reportero decidió entrevistar a los dos hijos del condenado para que dieran sus respectivas visiones sobre su padre. Así, preguntó a los dos hermanos, en privado y sin que supieran que también le había preguntado al otro: "¿Por qué ha dirigido su vida por ese camino?".
    Sorprendentemente, ambos contestaron lo mismo:

    "¿En qué otra persona me hubiera podido convertir, después de haber crecido con un padre como el mío?"

    dimarts, 30 de novembre del 2010

    La Programación Neurolingüística

    Conocí la Programación Neurolingüística hace poco más de un año. Bueno, en realidad eso no es del todo cierto. La primera vez que oí sobre la Programación Neurolingüística (PNL) fue hace unos diez años, cuando mi madre se apuntó a un curso que le ocupaba un fin de semana al mes y en el que, según me dijo, iba a aprender técnicas de hipnosis (algo que, para mí en esa época, sonaba fascinante, y que ahora he podido corroborar que lo es). Ella quedó impresionada con la formación y, cuando me hice más mayor, me recomendó encarecidamente que yo también la siguiera. Actualmente estoy cursando el segundo curso de PNL (el primero fue el Practitioner; éste, el Master) en l'Escola de Vida, con la fantástica profesora María Clavel.

    Siempre aconsejaré a cualquier persona los cursos de PNL o, al menos, la lectura de libros que desarrollen sus enseñanzas. De hecho, si yo fuera ministra de educación ordenaría la creación de una asignatura en el colegio o en el instituto que se dedicara a enseñar PNL. Si el primer curso ya me ayudó a crecer personalmente y a cambiar mi visión del mundo que me rodea, el segundo está suponiendo para mí una auténtica revelación. La PNL es un arte que aglutina muchísimas vertientes de la vida: la comunicación, la educación, la autoestima... y la vida misma. La PNL enseña a vivir conscientemente y con excelencia.



    ¿Y qué es la PNL? 

      La PNL puede definirse de múltiples maneras. Esta descripción lo hace muy adecuadamente:

      La PNL es el estudio de la estructura de la experiencia subjetiva.

      ¿Qué quiere decir eso? Voy a explicarlo por fases. Empezaré diciéndoos que la PNL se asienta sobre algunas presuposiciones que describen cómo nos comunicamos y nos capacitan para practicar el modelo de comunicación penelístico. Algunas de las presuposiciones son éstas:

      • La naturaleza del universo es el cambio.
      • Nuestras conductas siempre tienen una intención positiva.
      • Las personas siempre realizan la mejor elección posible en el momento de su decisión y para ello se basan en los recursos entonces disponibles.
      • El mapa no es el territorio. Nuestra representación interna del mundo no es el mundo mismo, sino únicamente una representación reducida. Actuamos basándonos no en lo que nos ocurre, sino en nuestra percepción de lo que nos ocurre. Cada persona desarrolla su propio mapa a partir de lo que interpreta de lo que sucede.
      No hay hechos, sólo interpretaciones. (Nietzsche)
      • No existe nada bueno ni malo intrínsecamente, es el pensamiento el que lo hace tal. 
      • Es imposible no comunicarse.
      • El 93% de la comunicación es no verbal.
      • Nos comunicamos desde dos niveles: consciente e inconsciente.
      • La resistencia del otro para comprendernos indica nuestra inflexibilidad como comunicadores. La flexibilidad es indispensable para sentirse seguro en las relaciones.
      • Cada uno está a cargo de su mente y, por tanto, de sus resultados.
      La experiencia subjetiva de la que hablaba antes es la percepción que cada uno de nosotros tiene del mundo. La PNL ayuda a quien la practica a ampliar su visión del mundo, a aumentar sus niveles de percepción y a establecer más conexiones neuronales que faciliten el pensamiento y la agilidad mental. 
      Un mapa no es el territorio que representa, pero cuanto más rica y correcta sea esta representación su estructura se asemejará más al territorio y éste nos mostrará más opciones para movernos en él. (Alfred Korzybski)
      Asimismo, la PNL estudia la estructura del lenguaje y la manera en que lo utilizamos para comunicarnos con los demás y con nosotros mismos. Para ello utiliza herramientas como el metamodelo del lenguaje (del que hablaré en posteriores entradas) y las submodalidades, que son maneras preferidas por los hablantes para comunicarse y que dan información sobre qué canal perceptivo explotan más: el visual, el auditivo o el cinestésico.

      Para entender mejor las diferentes funciones de la PNL, dividiré el término en sus partes y adjuntaré sus respectivas explicaciones:

      1. Programación: se refiere a nuestros hábitos y pautas de comportamiento. Nuestros programas se configuran por patrones de pensamiento y conducta en los que influyen nuestras creencias y valores. Dependiendo de nuestros programas obtendremos unos u otros resultados. La PNL reprograma nuestra mente para alcanzar el éxito en cualquier objetivo que nos propongamos.
      2. Neuro: hace referencia a nuestra neurología, a nuestros sentidos y a la forma en la que los utilizamos. La PNL propone un incremento de la conciencia sobre nuestro sistema neurológico para que podamos gestionar mejor la manera en que la información del territorio llega a nosotros y queda archivada en nuestra memoria.
      3. Lingüística: la forma en que utilizamos el lenguaje es muy importante, más de lo que podamos creer a veces. La PNL se centra en gran medida en aumentar la conciencia sobre las palabras que empleamos para describir nuestra experiencia subjetiva. Además, observando el lenguaje de las personas podemos obtener información muy valiosa sobre sus procesos de pensamiento y sobre sus creencias, valores y comportamientos habituales.
      Los fallos de la comunicación suelen producirse porque las palabras tienen distintos significados para las distintas personas.
      Aunque la PNL es una disciplina que lleva desarrollándose casi cuarenta años, ha sido en los últimos cuando ha adquirido mayor reconocimiento y prestigio. Un curso de PNL en el currículum supone un valor añadido a cualquier carrera. Las empresas contratan a formadores de PNL para aumentar el rendimiento de sus empleados y dotarles de herramientas más eficaces de comunicación. Y, sobre todo, muchísimas personas interesadas en el desarrollo personal acuden a la PNL para mejorar sus habilidades sociales, comunicativas, financieras... y de todo tipo.

      La PNL te hace consciente de que eres el responsable de TODO lo que sucede en tu vida. Ésta es una información que mucha gente preferiría no saber, ya que en cuanto saben esto la queja y el echar la culpa a los demás deja de tener sentido. Sin embargo, con el tiempo es liberador: significa que dispones de todas las herramientas para cambiar, porque no dependes de circunstancias externas. Tú eres quien evalúa, gestiona y soluciona cualquier situación, y ya que lo vas a hacer de todas formas, ¿por qué no conscientemente?

      Son tus decisiones, y no tus circunstancias, las que determinan tu propio destino. (Anthony Robbins)

      Para acabar, un vídeo que ayuda a comprender un poco más qué es esto de la PNL (apunto que no estoy del todo de acuerdo con lo que dice Elvira García, la protagonista del documento, sobre que la PNL es un "sistema terapéutico": no es sólo eso).



      Iré escribiendo más sobre PNL, porque sé que es un modelo magnífico para guiar nuestras vidas y mantenernos en el camino de la mejora constante. Además, es muy divertida y útil y, aprendiéndola, puedes conseguir que la vida sea una aventura y un descubrimiento continuo.

      Hasta la próxima!


      dissabte, 27 de novembre del 2010

      La biología de la creencia

      No hace mucho tiempo me encontraba yo por los pasillos de la librería de El Corte Inglés en busca de una novela, titulada Soy un gato, cuya portada me había llamado mucho la atención en el FNAC. Después de mucho indagar por las estanterías de literatura extranjera y novedades conseguí encontrarla, pero no me la compré porque los 28 euros que cuesta pueden esperar a que acabe con La tía Julia y el escribidor, de Vargas Llosa, historia que llevo leyendo desde antes de verano y que aparto en pro de otras lecturas más en la línea de este blog.

      Y como para la adquisición de literatura de autoayuda -prometo encontrar un término que suene mejor- no hay límites de precio ni montañas de libros en mi escritorio que valgan, al final salí de aquella librería con dos nuevas lecturas. La primera se titula En defensa de la felicidad y está escrita por el monje budista Mathieu Ricard. Ya llevaba tiempo queriendo leer algo de este tipo, cuya existencia conocí gracias a uno de los documentales de Redes, programa que está dirigido, como sabréis, por el científico divulgador Eduard Punset. El otro libro, del que quiero hablaros hoy, lleva el nombre de La biología de la creencia y su autor es el doctor Bruce H. Lipton, un biólogo estadounidense que, tras impartir clase de biología convencional en diversas facultades durante años, realizó un descubrimiento que hizo cambiar su visión respecto de la ciencia, los científicos, las creencias que tenemos las personas... y, en fin, sobre muchos temas más.

      Ese descubrimiento, que Lipton explica en un lenguaje asequible para aquellos que, como yo, no entendemos demasiado de ciencia -todavía-, es a la vez sencillo y relevador: el cerebro de la célula es su membrana, y no el núcleo como todos los científicos habían supuesto hasta entonces -y, según lo que he extraído de este libro, es lo que aún suponen o, quizá, aún sostienen aun siendo conscientes de que no es así-. Como la membrana contiene proteínas y éstas cambian por influencia del entorno, Lipton expone mediante una serie de conexiones lo este hallazgo significa: nada más y nada menos que nuetro destino biológico no depende de los genes, sino del entorno. Así, con nuestra mente y con lo que sucede fuera de nuestro cuerpo podemos llegar a influir en nuestra genética, a moldearla, a cambiarla para nuestro beneficio.

      Puesto que los receptores pueden percibir campos de energía, la idea de que tan sólo las moléculas físicas pueden tener efecto sobre la fisiología celular está desfasada. El comportamiento biológico puede ser controlado por fuerzas invisibles, entre las que se incluyen los pensamientos. (Bruce Lipton)

      Sin duda, ésta una teoría que desafía la gran mayoría de dogmas científicos que conocemos hasta ahora. A su vez, da credibilidad a la medicina tradicional, oriental y alternativa (prácticas como el reiki, basada en los campos de energía, o como la acupuntura). Si con nuestros pensamientos podemos, incluso, influir en nuestra salud, ¿para qué sirven los médicos o las medicinas? ¿Silenciar e ignorar este descubrimiento es una estrategia de las farmacéuticas para seguir haciendo de la salud un negocio? Cuestiones como éstas se plantean en La biología de la creencia. Yo aquí no voy a contaros toda la película y a destaparos el pastel: si queréis saber más, el libro no es muy caro y yo puedo prestarlo a los interesados.

      Utilizar las drogas recetadas para acallar los síntomas corporales nos permite desentendernos de cualquier relación que pudiéramos tener con el desencadenamiento de dichos síntomas. El uso excesivo de medicamentos nos proporciona un medio para deshacernos de la responsabilidad. (Bruce Lipton)

      Lipton también habla de la necesidad de aunar la biología y la física cuántica, ciencia que trabaja con la energía que, según el autor, nos conforma a todos y a todo. También hace hincapié en la importancia de ser conscientes de nuestras creencias y pensamientos, ya que éstos influyen directamente sobre nuestra fisiología.

      Muy interesante es la idea que expone sobre la formación de nuestros genes -que luego pueden ser modificados- durante nuestra estancia en el vientre materno y a lo largo de nuestros cuatro o cinco primeros años de vida. Según Lipton, los padres tienen una gran responsabilidad en cuanto a los pensamientos, creencias y comportamientos que desarrollan mientras sus hijos se crían, pues estos modelos son los que quedarán grabados en sus genes para siempre -a no ser que, de adultos, tomen conciencia de ellos y resuelvan variarlos-.

      Los niños necesitan un ambiente favorable para activar los genes que les proporcionarán un desarrollo cerebral saludable. Los padres, según revelan los últimos estudios científicos, continúan actuando como ingenieros genéticos después incluso del nacimiento de su hijo. (Bruce Lipton)

      Otro apunte que me pareció sorprendente es que, según esta nueva teoría, los niños adoptados no son como folios en blanco que los padres adoptivos pueden rellenar desde la primera línea. Estos niños llegan con creencias, información y vivencias que sus nuevos padres quizá nunca conozcan y que, muy probablemente, influirán en sus vidas. ¿Qué deberían hacer estos padres? Quizá sería mejor dejar este tema para otro día. Antes de cerrar la entrada de hoy, quisiera también dejar plasmado algo que ha dicho hoy mi profesora de Programación Neurolingüística (PNL), y es que hay estudios que demuestran que muchos niños de orfanato tienden a desvalorizarse -de pequeños o de mayores- más que los que han crecido con padres o tutores; suelen no sentirse bienvenidos ni merecedores de amor o de riqueza.

      Ahí queda eso, que da para un largo debate y otras muchas más entradas.

      dimarts, 23 de novembre del 2010

      La importancia de agradecer

      Recuerdo cuando era pequeña y deseaba ser mayor. Tenía ansias por crecer, ser independiente y hacer lo que me diera la gana sin dar explicaciones a nadie. Veía a los mayores como seres libres y despreocupados, que conducían su vida como les placía.

      Mi momento de crecer y de ser adulta llegó hace ya unos años, aunque no ha sido hasta hace algunos meses cuando he comenzado a experimentarlo más intensamente. Me he ido a vivir a una casa en la que no están ni mi madre ni mi padre, así que me he convertido en la encargada de una serie de tareas que antes ni olía: ahora cocino, limpio y me pago mis caprichos (para lo cual he tenido que trabajar, ahorrar y seguir trabajando ahora, de vez en cuando). Estoy segura de que no es casualidad que, desde hace unas semanas, eche de menos mi infancia y todo lo que ésta comportaba.

      Añoro la despreocupación (sí, la misma que se suponía que caracterizaba a los adultos), la falta de obligaciones y de planificación, el delegar cada decisión en mis padres... Por otra parte, me recrimino inconscientemente no haber sabido valorar del todo la infancia cuando la estaba atravesando. Aunque sé que es difícil, me habría gustado ser más consciente, en ese momento, de que estaba pasando por una etapa dulce y que nunca volvería.

      Entonces... ¿no me convendría ser consciente ahora de lo que estoy viviendo? ¿No sería bueno para mí vivir el presente, sin echar de menos lo pasado ni anhelar un futuro todavía incierto? Está claro que no puedo volver a ser una niña y, con lo que sé ahora, volver a vivir mi infancia de manera, si no más plena, más consciente. Sin embargo, sí que puedo aprender a disfrutar totalmente de mi vida presente: puedo aprender a valorar lo que tengo en estos momentos.
      Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros. (Jean de la Bruyère)
      Los humanos hemos adquirido la costumbre de perdernos en reflexiones sobre el pasado y de tramar planes para el futuro. Las más de las veces, incluso, no somos conscientes de que estamos dando vueltas una y otra vez a los mismos temas sin sacar conclusiones valiosas o enseñanzas útiles. Como dice la sentencia popular, lo hecho, hecho está: exprimir experiencias pasadas no sirve para nada si no obtenemos, con ello, una ganancia positiva (porque también hay ganancias negativas).

      Lo único que tenemos es el momento presente. Como me ha dicho hoy una amiga, momento presente, momento maravilloso. Es común en las personas valorar algo cuando ya ha pasado. Para mí, un gran ejemplo son los viajes. Cuando estoy viajando disfruto muchísimo de lo que veo y de lo que oigo, y me da igual recorrerme calles y calles sin apenas descansar: no noto el cansancio hasta que llego a casa, días después, y la fatiga acumulada me sobreviene. Viajar es, para mí, un placer insustituible. Sin embargo, me he dado cuenta de que el recuerdo de cada viaje es mucho más hermoso que la experiencia misma: ver fotos y rememorar anécdotas ocurridas durante ellos me hace valorar verdaderamente cada momento del periplo. Por lo general, pienso que valoramos más lo pasado, incluso lo futuro, que lo que nos ocupa en el presente.
      Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo. (Proverbio árabe)
      La mala noticia es que el camino para centrarse en el presente y valorar lo que tenemos no es ni rápido ni sencillo. La buena es que hay muchísimas maneras de emprenderlo y de llegar al final (si es que lo hay). Un ejercicio fácil, bonito y que nos ayuda a tomar conciencia es el siguiente:

      • En una pequeña libreta que te guste, escribe cada día -o, al menos, cuatro días a la semana- cinco cosas que agradezcas. Pueden ser relativas tanto a ti mismo, como a los demás, como a la vida. Por ejemplo, puedes agradecerte a ti mismo haber aprobado un examen, o tener la capacidad para haberlo aprobado. También puedes agradecer a tu pareja el mensaje que te ha enviado para desearte los buenos días (recuerda que la libreta es para ti y nadie más va a leerla a menos que tú quieras, pero sólo el hecho de agradecer algo por escrito ya te hace más consciente y más hábil en la valoración). Por último, puedes agradecer a la vida el haber diseñado el árbol que te ha dado sombra esta tarde mientras esperabas a coger el autobús.

      Agradecer lo que tenemos ahora en lugar de machacarnos la cabeza echando de menos lo que ya sólo es recuerdo nos conecta con el presente y nos facilita la labor de valorar cada segundo de nuestra existencia.

      Yo ya he comenzado a hacer los deberes. Mi lista de hoy, 23 de noviembre de 2010, es ésta:
      1. Agradezco la libertad que me da vivir independiente.
      2. Agradezco tener amigos que cuentan conmigo cuando hacen planes.
      3. Agradezco poder estudiar una carrera.
      4. Agradezco tener dinero para poder comer cada día.
      5. Agradezco disponer de una bicicleta con la que poder desplazarme.
      Espero que os sirva. ¡Hasta la próxima!



      divendres, 19 de novembre del 2010

      Una leyenda hindú


      Una vieja leyenda hindú cuenta que hubo un tiempo en que todos los hombres eran dioses. Abusaron tanto de su divinidad que Brahma, el dios supremo, decidió quitarles el poder divino y esconderlo en un lugar inaccesible. El gran problema fue, pues, encontrarle un escondite.

      Cuando los dioses menores fueron convocados para resolver este problema, propusieron lo siguiente:

      -Enterremos la divinidad del hombre en la tierra.

      Entonces, los dioses replicaron:

      -No, eso no será suficiente. Cavará y la encontrará.

      Entonces, otros propusieron:

      -Tiremos la divinidad al más profundo de los océanos.

      Brahma contestó:

      -No, pues tarde o temprano el hombre explorará las profundidades de todos los océanos y seguramente la encontrará y la traerá a la superficie.

      Entonces, los dioses menores concluyeron:

      -No sabemos dónde esconderla. Parece no existir, ni en la tierra ni en el mar, lugar alguno en que el hombre no pueda descubrirla un día.

      Y Brahma dijo:

      -Esto es lo que haremos con la divinidad del hombre: la esconderemos en lo más profundo de sí mismo. Será el único lugar donde nunca se le ocurrirá buscarla.

      Desde la noche de los tiempos -concluye la leyenda-, el hombre ha dado la vuelta a la tierra, la ha explorado, escalado, navegado y cavado, a la búsqueda de "algo" que se encuentra en él mismo.

      Eric Butterworth

      dimarts, 16 de novembre del 2010

      Análisis Transaccional, primera parte

      Todos nacemos príncipes y princesas. Todos tenemos un cierto potencial humano que podemos desarrollar. Yo soy responsable de mi vida y decido, para bien o para mal, lo que es bueno para mí y lo que hago con ella. (Eric Berne)
      Estas palabras, pronunciadas por Eric Berne, psiquiatra estadounidense del Análisis Transaccional, me sirven para empezar esta entrada con una reflexión. ¿Quién es el creador de tu vida? ¿Tienen otras personas el poder de cambiar la orientación de tus objetivos? ¿Cómo afectan los mensajes del entorno a tus reacciones y a tu comportamiento?

      Según Roberto Kertész, prestigioso analista transaccional argentino, el Análisis Transaccional es "por una parte, una teoría de la psicología individual y social y, por otra, una filosofía de vida, una toma de posición en cuanto al ser humano, y un conjunto de técnicas de cambio positivo".

      Aunque se le suele asociar al Psicoanálisis freudiano, Eric Berne siempre defendió la independencia escolástica de su sistema. A diferencia del Psicoanálisis, que estudia la psique humana, el Análisis Transaccional se centra en el análisis de las transacciones, es decir, los intercambios de estímulas y respuestas entre individuos. A Berne le interesaba lo social más que lo individual, si bien su modelo se ha utilizado y se utiliza para acelerar el desarrollo personal de mucha gente.

      Una de las principales características del Análisis Transaccional es que es diagramable: sus conceptos teóricos pueden representarse mediante gráficos sencillos, como éstos:


      En este diagrama quedan representadas las que, según el Análisis Transaccional (AT), son los tres estados del Yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Todos ellos, en mayor o menor medida y dependiendo del contexto, configuran la personalidad de cada uno de nosotros.

      • El Padre: contiene las normas, valores y modelos de conducta que hemos aprendido o adquirido a lo largo de nuestra vida. Nos indica lo que debemos hacer. Puede ser crítico (órdenes como "ponte a estudiar", refranes y tradiciones como "la letra con sangre entra") o nutritivo ("voy a prepararte un vaso de leche", "ya lo hago yo, que tú no sabes").
      • El Adulto: el adulto analiza sin que las emociones intervengan, es racional y responde al estímulo de forma objetiva y mecánica. Sabe lo que le conviene y saca posibilidades de solución de cada problema.
      • El Niño: una persona actúa desde su niño cuando piensa, siente, habla o actúa como lo hacía en su niñez. El niño hace lo que quiere, lo que le gusta. Puede ser libre cuando actúa desde la espontaneidad; sumiso cuando obedece o cuando se le desvaloriza y rebelde cuando desafía, provoca o compite.

      Es importante que conozcamos las partes de nuestro Yo para reconocer desde qué estado salimos en cada situación y para adquirir mayores habilidades de respuesta. El AT nos ayuda a darnos cuenta de los canales que utilizamos normalmente para comunicarnos con los demás, y nos facilita el "salir del embrollo" cuando nos encontramos atrapados en una comunicación infructuosa.

      El AT ha analizado dos de las prácticas comunicativas más comunes: la exclusión y la contaminación. En la primera, una o varias partes del Yo está anulada y solapada por las restantes. Por ejemplo, alguien que pierde de vista al Adulto y al Niño criticará constantemente desde el Padre Crítico, o bien se obcecará en sobreproteger a terceros. En la contaminación, cierta información proveniente del Padre o del Niño se cuela en el Adulto y éste pretende defenderla mediante criterios seudocientíficos. Una contaminación del Padre sería, por ejemplo, "no quiero mezclarme con negros porque son inferiores a mí": el Adulto no se preocupa de analizar esta frase y la argumenta con discursos propios del colonialismo. En cambio, decir "nací con mala suerte" demuestra una contaminación desde el Niño: es una superstición.

      Si somos conscientes de cada posición del Yo y aprendemos a utilizarlas todas, podremos dirigirnos a la parte del Yo del otro que nos interese. Además, sabremos desde qué posición nos están hablando los demás y seremos capaces de dirigir la comunicación para que beneficie a todos los participantes.

      Es imposible no comunicarse.

      Las transacciones  son el flujo de la comunicación, y se producen tanto a nivel explícito (verbal y no verbal) como psicológico. Hay muchos tipos de transacciones: por ejemplo, en la transacción simple complementaria un estado emite un estímulo, que el interlocutor responde desde el mismo estado y que se recibe por el estado que la envió. Para verlo más claro, un diagrama:

      En la transacción ulterior angular hay manipulación: el emisor dice algo que la parte inconsciente del receptor lee de manera que su respuesta, que debería provenir del estado que ha sido apelado, llegará de una tercera posición:

      Imaginad que en este último diagrama el sujeto A está viendo como el sujeto B devora un sándwich del que rebosa el queso, la mantequilla y el jamón de york. Su Niño pronuncia: "Qué buena pinta tiene tu sándwich". El estímulo social se dirige al Niño del otro, pero el estímulo psicológico viaja directamente al Padre del sujeto B; le está diciendo: "Dame un poco". El Padre Nutritivo le dará, así, la mitad del bocadillo.

      La respuesta del sujeto B desde su Niño habría sido continuar comiéndose su sándwich de forma impasible y dejar al sujeto A con la baba goteando.

      Como resumen de esta entrada cuya información ampliaré en posteriores entregas, un vídeo explicativo:



      También he encontrado un vídeo interesante que analiza los estados del Yo en relación al maltrato a la mujer:

      dijous, 11 de novembre del 2010

      La respiración para alcanzar la conciencia

      Los que hayáis leído la primera entrada de este bitácora quizá os hayáis quedado con las ganas de profundizar un poco más en los caminos que llevan a la conciencia. Seguidamente explicaré algunas de las tácticas que a mí me sirven para conectarme, poco a poco, con mi interior.

      Osho, gran maestro espiritual indio
      El primer paso que te conviene dar si has decidido aumentar la conciencia en tu vida es, ni más ni menos, reconocer que eres inconsciente, o, como dice Osho, que estás "dormido": Si uno se convence de que está verdaderamente despierto, entonces ya no tene sentido hacer ningún esfuerzo por despertar.

      A lo mejor piensas que no estás dormido, así que voy a demostrarte que lo estás. Para que lo veas claro, piensa en un episodio rutinario, como por ejemplo los minutos que empleas en caminar de tu casa a la universidad o a tu lugar de trabajo. ¿Cómo concibes ese trayecto, como un fin en sí mismo o solamente como un medio? Seguramente sólo quieres alcanzar tu destino, y te preocupas porque estás llegando tarde o porque no te ha quedado más remedio que caminar al haber perdido el autobús. Al verlo como un medio inevitable y necesario para llegar a algún lugar, te pierdes todo lo que ese camino te está ofreciendo. El paisaje, la gente con la que te cruzas, los sonidos de la ciudad, el aire fresco... y lo que es más grave: te pierdes a ti mismo. Porque ¿cuántas veces, en esos paseos, te has aislado de tu conciencia colocando unos auriculares en tus oídos? No quieres estar contigo: no quieres estar solo. Como cuando no hay nadie más en casa y enciendes el televisor para sentirte acompañado y no encontrarte cara a cara contigo mismo.

      La conciencia exige un encuentro contigo mismo. Necesita que todos tus sentidos vayan en la misma dirección. Necesita que, hagas lo que hagas, valores esa actividad en sí misma y no como un paso insalvable para conseguir un objetivo mayor.

      Tu camino de vida deja de ser una aventura y se reduce a una necesidad obsesiva de llegar. (Eckhart Tolle)

      Te propongo un ejercicio, el primero tanto de esta entrada como del bitácora. Ahora que estamos en época de mandarinas, aprovecha cuando bajes a la frutería y compra unas cuantas para almorzar o merendar. Acomódate en una estancia en la que estés seguro de que nadie va a interrumpirte. Coloca las mandarinas delante de ti y coge la primera. Con tus manos, nota la textura rugosa de su piel; tu nariz se concentra en el aroma dulce y ácido del cítrico; tus ojos se fijan en su color naranja moteado. Ahora comienza a pelarla, y sé consciente de cada movimiento que hacen tus dedos para ello. Llévate a la boca el primer gajo, e imagina cómo cada una de sus células explota en tu paladar. Permanece atento durante todo el proceso. Come conscientemente.

      Cuando hayas acabado, pregúntate en qué ha mejorado tu experiencia del comer mientras practicabas el ejercicio. ¿Has notado más intensamente la gama de sabores del alimento? ¿Te has sentido más conectado con tu cuerpo? ¿Te has sabido responsable de cada una de tus extremidades, de tus órganos y de tus sentidos?

      Es posible que nunca hayas prestado tanta atención a una actividad. También es posible que, durante esta práctica, tu mente se haya escapado del momento presente en varias ocasiones. No te preocupes, no te culpes: has vivido durante años de forma inconsciente, y todavía necesitas acostumbrarte a una nueva forma de funcionar. Lo más importante es que, si has decidido despertar, no desistas: persevera. Cuando descubras a tu mente viajando por cualquier otra esfera que no sea en la que te encuentras en el momento presente, tráela al aquí y ahora. Educa y doma a tu mente.

      El primer paso hacia la conciencia es prestarle mucha atención a tu cuerpo. (Osho)

      La manera más sencilla para comenzar a vislumbrar la conciencia y la más recomendada por los maestros que ya lo han conseguido es la concentración en el propio cuerpo. La herramienta más poderosa para conectarnos con nuestro yo físico es la respiración. Al centrarnos en nuestra respiración dirigimos toda la atención hacia nosotros mismos. La respiración nos une a la fuente primaria de la vida, porque sin respirar no podríamos vivir. Respirar conscientemente sirve para energetizarnos a la vez que para relajarnos. Cuando somos conscientes de la respiración, las cargas desaparecen y los pensamientos se diluyen. Con tanta actividad mental nos olvidamos de respirar.

      Si entiendes el inglés, puedes iniciarte en la respiración consciente con el siguiente vídeo. Siéntate cómodamente o túmbate, cierra los ojos, relájate y disfruta.



      ¿Recuerdas el primer ejemplo que puse sobre tu inconsciencia, sobre tu estado de somnolencia actual? Sí, el de caminar hacia la universidad enfocándote solamente en el llegar. Pues bien, también puedes aprovechar esos momentos para establecer un vínculo cada vez más resistente entre tu yo presente y tu conciencia eterna. Te propongo el ejercicio de caminar de manera consciente:

      "Caminar ofrece una maravillosa oportunidad para disfrutar de algunos momentos de sencilla conciencia-en-movimiento. Tómate algún tiempo para caminar.
      Fíjate en cómo estás caminando -velocidad, ritmo, etc.-. ¿Dónde sitúas tu atención habitualmente cuando caminas, en problemas internos o externos? ¿Cómo utilizas tu cuerpo? Tal vez necesites ralentizar un poco el paso, a fin de conseguir que tu atención se centre más en tu cuerpo, al tiempo que sigues presente en el mundo que te rodea. Fíjate en si sientes tensión en cualquier parte de tu cuerpo al caminar. Adquiere el deseo y la intención de expulsar la tensión. Deja que tu cuerpo se ajuste a sí mismo. Juega un poco con tu caminar, exagera el contoneo de tus caderas, el balanceo de tus hombros, etc. Permite que tu cuerpo encuentre un ritmo y una manera de caminar tan sólo un poco más elegante y menos forzada de lo habitual; camina con economía, facilidad y sensualidad.
      Sé consciente del sentido de la armonía y el equilibrio, a medida que tu cuerpo va haciéndose cargo de la relación entre la atracción de la tierra hacia sí por medio de la gravedad y el sólido soporte que te ofrece para que mantengas tu cuerpo y tu cabeza apuntando hacia el cielo.
      Mientras continúas andando observa dónde decae tu atención. Fíjate en cómo tu atención pasa de una cosa a otra. Distingue el punto de transición en el que tu atención pasa de un objeto a otro. Si te das cuenta de que te has distraído, vuelve al caminar consciente, al estar en el cuerpo, al disfrute del proceso por sí mismo, al descanso y la respiración, al deleite en lo que ves, oyes, sientes y hueles." (Peter Wrycza, "Darse cuenta")

      Otra muy buena manera de comenzar a fusionarnos con nuestro interior es practicar la respiración consciente cuando mantenemos una conversación con alguien. Céntrate en tu respiración tanto cuando la otra persona se dirige a ti como cuando tú te diriges a ella. Para facilitarte la jugada te vendrá bien buscar una postura cómoda y relajada que elimine cualquier tensión de tu cuerpo. Lo más práctico para explorar el recurso de la respiración en la interacción con otras personas es comenzar con conversaciones cortas, de tres a cinco minutos. Elige a alguien y, si quieres, adviértele del experimento que vas a realizar. Durante ese período de tiempo mantente atento a tu respiración y, a la vez, intenta captar la del otro. Nota el aire que exhalas mientras hablas y el que inhalas cuando callas. Observa cómo mejora la comunicación y cómo entiendes mejor el mensaje que la otra persona te quiere transmitir. Respirar conscientemente, además de conectarte contigo mismo, te conecta con el otro, crea un contexto de empatía y acompañamiento.

      Hay una circulación común, una respiración común. Todas las cosas están relacionadas. (Hipócrates)

      Adquirir el hábito de la respiración consciente es cuestión de práctica. Una vez integrado, pasa a formar parte de nuestras competencias inconscientes: sale solo. Así, estamos más cerca de alcanzar la conciencia plena.

      Así que ya sabes, ¡a practicar!

      diumenge, 31 d’octubre del 2010

      Conciencia


      Conciencia: voz interior que nos avisa que alguien puede estar mirando. (H.L. Mencken)
      ¿“Consciencia” o “conciencia”? Ambos vocablos provienen del latín conscientia (literalmente, “con ciencia”, con conocimiento), pero hay algunas diferencias en cuanto a sus usos y significados. Estas diferencias dependen, también, del contexto y de las fuentes consultadas. Por ejemplo, al consultar “consciencia” en la Real Academia Española, ésta la equipara a “conciencia” y añade dos acepciones más: 

      2. f. Conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones.
      3. f. Capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.

      En cuanto a “conciencia” sin s, la RAE apunta lo siguiente:

      1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
      2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
      3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.
      4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.

      El psicólogo Peter Wrycza resume la ligera distinción entre ambos conceptos en su libro “Darse cuenta”: “Por <<conciencia>> nos referimos a lo que en inglés se llama <<awareness>>, es decir, <<darse cuenta, tener conciencia de lo que sucede>> (más específicamente, <<darse cuenta de lo que nos damos cuenta>>); y por <<consciencia>>, en inglés <<consciousness>>, a la actividad cognitiva que implica una participación consciente y cognitiva de la mente. La <<consciencia>> está más relacionada con el raciocinio y el pensamiento lógico; la <<conciencia>>, en cambio, no implica actividad racional y es más intuitiva>>”. 

      En los libros y cursos de desarrollo personal estos términos se intercambian frecuentemente, aunque los autores y formadores prefieren utilizar “conciencia” por lo explicado en el párrafo anterior. Como podemos leer en la tercera acepción de la RAE para “consciencia”, la persona hace uso de esta capacidad para “juzgar”, para juzgarse; la “conciencia”, sin embargo, no valora, sino que contempla y siente. Cuando ponemos en marcha la conciencia, la mente se vacía y deja de emitir juicios de valor. Las ideas preconcebidas y los prejuicios desaparecen y nos limitamos a recibir todo aquello que captan nuestros sentidos, por sutil que sea. 

      [En este bitácora diferenciaré entre "conciencia" y "consciencia". "Conciencia" será la que más utilizaré, debido a la temática que voy a tratar en este espacio -el desarrollo personal en diversos de sus ámbitos-. El adjetivo correspondiente a ambos términos es "consciente", con s, hecho que no significa que esté refiriéndome a la palabra "consciencia" sino que puede remitir a cualquiera de las dos, dependiendo del contexto].

      Las personas no solemos practicar el estado de conciencia, y cuando lo hacemos no es conscientemente. La conciencia se manifiesta en tu vida cuando, por ejemplo, estás aprendiendo a conducir un coche y tienes los cinco sentidos concentrados en la causa: la vista no se desvía de la carretera, el oído atiende a las explicaciones del profesor… También aparece el estado consciente cuando te encuentras en medio de un examen en el que te juegas todo un curso: las manos notan, mediante el tacto, la textura rugosa del papel, y el gusto reconoce el sabor agrio de la boca reseca por los nervios. Es en esos momentos cuando la conciencia está a flor de piel: estás prestando atención a algo concreto y, a la vez, captas cualquier estímulo externo porque tienes los sentidos abiertos. 

      Debemos distinguir, también, entre ser consciente de lo que ocurre fuera de nosotros (acontecimientos externos) y ser consciente de lo que se mueve en nuestro interior (sensaciones, emociones: algo así como tener los sentidos vueltos hacia dentro). Ambas clases de estados implican una conexión profunda con el interior de uno, independientemente de hacia dónde fijemos nuestra atención. 

      La clave está en mantenerte permanentemente en un estado de conexión con tu cuerpo interno, sentirlo en todo momento. (Eckhart Tolle).

      Además de los momentos de conciencia descritos anteriormente, hay muchos más en los que experimentamos estados conscientes más o menos profundos, y cada persona posee unos. Aquí van algunos entre los que, a lo mejor, puedas reconocer los tuyos:

      1. Cuando saboreas tu plato favorito.
      2. Cuando vas en bicicleta y notas el aire entrando y saliendo por tus fosas nasales, sientes la calidez del sol y oyes el sonido de la primavera. 
      3. Cuando nadas en la playa y sólo parecéis existir tú y el agua que roza cada célula de tu piel.
      4. Cuando besas a la persona que amas y tus pensamientos se diluyen, y te dedicas a sentir el beso y las caricias mutuas. 
      5. Cuando, en mitad de la clase de un profesor aburrido, te quedas como ausente. Tus músculos se relajan y los contenidos de tu cabeza se emborronan. Estás contigo mismo, sintiendo únicamente tu interior, pero si el profesor te llama la atención vuelves a tu estado natural en seguida. 
      6. Cuando llegas a lo alto de una montaña y te paras unos minutos a contemplar la belleza del paisaje, disfrutándolo sin juzgarlo. 
      El estado de conciencia puede igualarse a “dejar de pensar”, “dejar la mente en blanco” o “meditar”. Está al alcance de todos -y de hecho lo alcanzamos sin darnos cuenta, como “por casualidad”-. En el estado de conciencia profunda sintonizamos con la esencia de nuestro ser y todo lo que nos rodea se torna alegre y positivo. Cuando somos plenamente conscientes de nuestro cuerpo y de nuestro entorno comprendemos el significado de la belleza, de la felicidad, de la libertad y de cualquier valor. Es posible que alguna vez hayas experimentado una sensación  indescriptible e irreprimible, una euforia enérgica que casi puedes ver cómo fluye desde ti hacia fuera. Y es posible que, entonces, hayas pensado: “Esto es la felicidad”. En esos momentos la conciencia es absoluta: te reconoces como ser humano, te aceptas con todos tus defectos y estás abierto a recibir todo lo magnífico que hay en el mundo.



       Algunos meses atrás, tras conocer a Eckhart Tolle y estudiar sus libros, me levanté y de repente lo supe: comprendí que el pensamiento es sólo algo ilusorio y que es responsable, si no de todo, de la mayoría de lo que sufrimos y experimentamos. Luego sentí que estaba contemplando mis pensamientos desde una perspectiva diferente, y me pregunté: "¿qué es esto? Qué raro es lo que me está pasando". Y de repente fui lanzado a este extraordinario y grandioso sentimiento de libertad de mí mismo, de mis problemas... Comprendí que soy más grande que lo que hago, más grande que mi cuerpo… que soy todo y todos. Que no soy un frragmento del universo, sino que soy el universo. Y desde ese día estoy intentando volver ahí. Viene y va... Es como surfear: las olas vienen, las olas van. Pero al menos sé que quiero ir y que quiero llevar a todas las personas que pueda conmigo, porque la sensación es maravillosa.

      Esos estados duran segundos, minutos en el mejor de los casos. Muchas personas no los viven ni una vez en sus vidas. La mayoría de nosotros concebimos la vida como una carrera, y nos obcecamos en conseguir la medalla de oro. Nos fijamos un objetivo detrás de otro y pensamos que seremos felices y exitosos en cuanto los consigamos: “Cuando acabe la carrera, todo me irá bien”, “cuando consiga ligarme a X, mis autoestima subirá como la espuma y dejaré de tener preocupaciones”. No nos damos cuenta de que al final de la carrera de la vida sólo hay un premio, y ese premio es la muerte. La vida, en realidad, no es una carrera sino un camino, y ser conscientes nos ayuda a disfrutar del proceso en lugar de obsesionarnos con la recompensa. Mientras gastamos energías en anhelar algo que está por llegar –o, a veces, en recordar lo pasado, torturándonos por no haber actuado de forma diferente-, nos perdemos la belleza del entorno: los colores, los olores, las formas, la música de cada sonido… Ser conscientes nos ayuda a disfrutar de todo esto: nos da las claves para apreciar cada instante y cada átomo del universo. 

      A menos que haya una revolución universal en la esfera de la conciencia del hombre, nada mejorará nuestra existecia humana, y la catástrofe a la que se encamina este mundo será ineludible. (Václav Havel, presidente de la República Checa)