dimarts, 16 de novembre del 2010

Análisis Transaccional, primera parte

Todos nacemos príncipes y princesas. Todos tenemos un cierto potencial humano que podemos desarrollar. Yo soy responsable de mi vida y decido, para bien o para mal, lo que es bueno para mí y lo que hago con ella. (Eric Berne)
Estas palabras, pronunciadas por Eric Berne, psiquiatra estadounidense del Análisis Transaccional, me sirven para empezar esta entrada con una reflexión. ¿Quién es el creador de tu vida? ¿Tienen otras personas el poder de cambiar la orientación de tus objetivos? ¿Cómo afectan los mensajes del entorno a tus reacciones y a tu comportamiento?

Según Roberto Kertész, prestigioso analista transaccional argentino, el Análisis Transaccional es "por una parte, una teoría de la psicología individual y social y, por otra, una filosofía de vida, una toma de posición en cuanto al ser humano, y un conjunto de técnicas de cambio positivo".

Aunque se le suele asociar al Psicoanálisis freudiano, Eric Berne siempre defendió la independencia escolástica de su sistema. A diferencia del Psicoanálisis, que estudia la psique humana, el Análisis Transaccional se centra en el análisis de las transacciones, es decir, los intercambios de estímulas y respuestas entre individuos. A Berne le interesaba lo social más que lo individual, si bien su modelo se ha utilizado y se utiliza para acelerar el desarrollo personal de mucha gente.

Una de las principales características del Análisis Transaccional es que es diagramable: sus conceptos teóricos pueden representarse mediante gráficos sencillos, como éstos:


En este diagrama quedan representadas las que, según el Análisis Transaccional (AT), son los tres estados del Yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Todos ellos, en mayor o menor medida y dependiendo del contexto, configuran la personalidad de cada uno de nosotros.

  • El Padre: contiene las normas, valores y modelos de conducta que hemos aprendido o adquirido a lo largo de nuestra vida. Nos indica lo que debemos hacer. Puede ser crítico (órdenes como "ponte a estudiar", refranes y tradiciones como "la letra con sangre entra") o nutritivo ("voy a prepararte un vaso de leche", "ya lo hago yo, que tú no sabes").
  • El Adulto: el adulto analiza sin que las emociones intervengan, es racional y responde al estímulo de forma objetiva y mecánica. Sabe lo que le conviene y saca posibilidades de solución de cada problema.
  • El Niño: una persona actúa desde su niño cuando piensa, siente, habla o actúa como lo hacía en su niñez. El niño hace lo que quiere, lo que le gusta. Puede ser libre cuando actúa desde la espontaneidad; sumiso cuando obedece o cuando se le desvaloriza y rebelde cuando desafía, provoca o compite.

Es importante que conozcamos las partes de nuestro Yo para reconocer desde qué estado salimos en cada situación y para adquirir mayores habilidades de respuesta. El AT nos ayuda a darnos cuenta de los canales que utilizamos normalmente para comunicarnos con los demás, y nos facilita el "salir del embrollo" cuando nos encontramos atrapados en una comunicación infructuosa.

El AT ha analizado dos de las prácticas comunicativas más comunes: la exclusión y la contaminación. En la primera, una o varias partes del Yo está anulada y solapada por las restantes. Por ejemplo, alguien que pierde de vista al Adulto y al Niño criticará constantemente desde el Padre Crítico, o bien se obcecará en sobreproteger a terceros. En la contaminación, cierta información proveniente del Padre o del Niño se cuela en el Adulto y éste pretende defenderla mediante criterios seudocientíficos. Una contaminación del Padre sería, por ejemplo, "no quiero mezclarme con negros porque son inferiores a mí": el Adulto no se preocupa de analizar esta frase y la argumenta con discursos propios del colonialismo. En cambio, decir "nací con mala suerte" demuestra una contaminación desde el Niño: es una superstición.

Si somos conscientes de cada posición del Yo y aprendemos a utilizarlas todas, podremos dirigirnos a la parte del Yo del otro que nos interese. Además, sabremos desde qué posición nos están hablando los demás y seremos capaces de dirigir la comunicación para que beneficie a todos los participantes.

Es imposible no comunicarse.

Las transacciones  son el flujo de la comunicación, y se producen tanto a nivel explícito (verbal y no verbal) como psicológico. Hay muchos tipos de transacciones: por ejemplo, en la transacción simple complementaria un estado emite un estímulo, que el interlocutor responde desde el mismo estado y que se recibe por el estado que la envió. Para verlo más claro, un diagrama:

En la transacción ulterior angular hay manipulación: el emisor dice algo que la parte inconsciente del receptor lee de manera que su respuesta, que debería provenir del estado que ha sido apelado, llegará de una tercera posición:

Imaginad que en este último diagrama el sujeto A está viendo como el sujeto B devora un sándwich del que rebosa el queso, la mantequilla y el jamón de york. Su Niño pronuncia: "Qué buena pinta tiene tu sándwich". El estímulo social se dirige al Niño del otro, pero el estímulo psicológico viaja directamente al Padre del sujeto B; le está diciendo: "Dame un poco". El Padre Nutritivo le dará, así, la mitad del bocadillo.

La respuesta del sujeto B desde su Niño habría sido continuar comiéndose su sándwich de forma impasible y dejar al sujeto A con la baba goteando.

Como resumen de esta entrada cuya información ampliaré en posteriores entregas, un vídeo explicativo:



También he encontrado un vídeo interesante que analiza los estados del Yo en relación al maltrato a la mujer:

2 comentaris:

  1. cuan interesante es este tema, me muero por saber mas, esperaré ansiadamente la segunda parte, si señor

    Está bastante bien, aunke no e kedado totalmente satisfecho con la conclusion sobre la respiracion para alcanzar la conciencia

    Más gente deberia acer blogs sobre estas cosas tan educativas e importantes y no sobre tonterias!! Eres un gran ejemplo para esta nuestra sociedad

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  2. Este tema es interesante y denso. Necesito más tiempo para estudiar todo lo que pones aquí. Volveré a leerlo y ya te diré.

    Ringo

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